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  • 14-07-2020


    Ana Marí­a Castillo: «Es preciso desterrar el miedo, porque es un muro imaginario»


    Ana Marí­a Castillo, nacida en Berlanga (Badajoz), maestra de Primaria en Mérida y escritora, ha construido un relato intenso y fiel de la España de los años 60 y 70 del siglo pasado, en los que la HOAC, la JOC y la JEC tienen un protagonismo especial: Tiempos convulsos.

    Por Paco Vicente | Militante de la HOAC de Murcia

    Milan Kundera, destacado novelista y ensayista checo, afirma que «descubrir lo que una novela puede descubrir es la única razón de ser de una novela». ¿Qué descubrimientos cree que aporta su novela?

    La existencia e importancia que tuvieron en aquellas décadas los movimientos apostólicos obreros y de estudiantes es un gran descubrimiento para la mayorí­a de los que lean la novela y no sean militantes. El aislamiento y el miedo en el que viví­an los guardias civiles y policí­as nacionales destinados al Paí­s Vasco y sus familias. No todos los vascos apoyan el terrorismo.

    Tiempos convulsos puede ser calificada de novela histórica, novela histórica de la España –franquista– sumida en la represión social y polí­tica y en la pobreza –en buena parte del paí­s–. ¿Qué hay en la novela de «sustancialmente cierto»?, y ¿qué «circunstancias», si las hay, ha tenido que transformar en la misma?

    Las historias que se desarrollan en la novela están basadas en la realidad de las circunstancias en que vivieron las personas entrevistadas y en los documentos escritos que yo investigué. Por supuesto, los personajes creados son ficticios, sin embargo, el modo en que se desenvuelve su dí­a a dí­a puede ser perfectamente real, se ajusta a lo que sucedí­a en aquellas décadas. Algunos protagonistas son el resultado de agrupar en uno solo las vidas de varios de los entrevistados, pero moldeados siempre con las herramientas de la imaginación y la creatividad.

    Galdós, en su discurso de ingreso en la Real Academia Española «La sociedad presente como materia novelable», de 1897, defendió como materia de sus novelas la realidad contemporánea a él, y que sus historias lo que hací­an era devolver a la sociedad esta realidad, pero indagada en algunas de sus muchas posibilidades. ¿Qué puertas abre su novela a la comprensión de la España de hoy?

    Toda época surge como consecuencia de lo sucedido en la anterior. Si las personas que no vivieron aquellas décadas, leen la novela tendrán acceso a un conocimiento bastante completo de cómo se viví­a (en todos los sentidos) en los años que fueron a desembocar en la democracia actual, con sus cualidades y defectos. Pasar de una dictadura a una democracia no es tarea que se resuelva en poco tiempo. Se necesita tomar conciencia de lo que no se quiere y atreverse a dar los primeros pasos para apoyar el cambio. Eso siempre conlleva sacrificio, situaciones de temor, unirse en pro de un objetivo común y estar abiertos al diálogo. Esas generaciones pagaron un precio muy alto para conseguir la apertura de España al exterior, mejoras en el trabajo, en la educación, en la cultura, en la libertad. No se les regaló nada. Todo lo consiguieron a base de esfuerzo. Si se conoce y se comprende esto, se valorará más lo que tenemos e intentaremos conservarlo. De lo contrario, pensaremos que vivir como vivimos es algo normal y durará siempre. Pero del bienestar a la pobreza y de la democracia a la dictadura se puede volver en un descuido. Basta con acomodarse a mirar hacia otro lado cuando las cosas no funcionan bien.

    Sin duda, la realidad a la que remite la novela –la España de las décadas de los 60 y 70– es compleja y multiforme. ¿Es esa la razón –o una de ellas– que le lleva a optar en su relato por una narración múltiple en la que se van entreverando historias de amistad, de amor, familiares, de luchas obreras, de reivindicaciones sindicales, de activismo ideológico-polí­tico, religioso, etc., y que protagonizan emigrantes, obreros, guardias civiles, activistas sindicales, polí­ticos, curas obreros y militantes cristianos?

    Sí­, claro. Yo he pretendido representar a los distintos sectores de la sociedad y que en todos ellos los personajes tuvieran su propia voz. Para conseguir esto, la opción más lógica es una novela coral.

    Sobre la condición de emigrante. ¿Cree que con el tratamiento que Tiempos convulsos da a esta condición, tan presente hoy en nuestra sociedad, el relato es a la vez un canto y una llamada de atención a la convivencia y a la misericordia, a la importancia social del diálogo y la solidaridad con el «extranjero», con el «otro», en suma?

    El diálogo y la solidaridad con el «otro» son fundamentales para que la sociedad se desenvuelva dentro de un ambiente de armoní­a. Para el que llega de fuera sentir que es tenido en cuenta, que su presencia y lo que pueda aportar importan, no tiene precio.

    Su novela rescata el protagonismo social de los curas obreros en la reciente historia de la Transición española a la democracia. ¿Hay sitio en la Iglesia para estos «mártires contemporáneos»?

    Deberí­a haberlo y, además, enriquecerí­a, acercarí­a la Iglesia, como jerarquí­a, al pueblo. Sin embargo, no contemplo esa posibilidad actualmente dada la escasez de trabajo y de sacerdotes.

    Y como no podí­a ser de otra manera, habí­a que preguntarle desde una revista como noticias obreras, por la relevancia que una novela como Tiempos convulsos, una novela histórica, da al protagonismo de los movimientos de Acción Católica especializada como la JOC, la JEC y la HOAC. Y para hacerlo, si me permite, dirí­a –como cuentan que afirmaba la madre de Garcí­a Márquez de las historias que contení­an sus relatos– ¿quién le ha contado?, ¿cómo ha llegado a esos testimonios?

    Yo desconocí­a la existencia de estos movimientos. Tuve conocimiento de ellos al entrevistar al sacerdote Jesús Martí­n Mendieta. í‰l habí­a sido consiliario de la JOC y de la HOAC en Bilbao. La mayor parte de su sacerdocio estuvo como consiliario de la HOAC. Era un entusiasta de Guillermo Rovirosa y me transmitió ese entusiasmo hasta tal punto, que enseguida tuve muy claro que esos movimientos tendrí­an un papel protagonista en mi novela. Las entrevistas con otros sacerdotes confirmaron la importancia que tuvieron esos movimientos en una sociedad donde se congregaban tantos emigrantes; donde, tanto los que vení­an de fuera como los autóctonos, necesitaban mejorar bastante su nivel cultural si querí­an desenvolverse en las continuas huelgas para reclamar unas condiciones de trabajo más justas. También era muy importante que supieran expresar y defender sus opiniones, para no dejarse convencer sin más por orientaciones ideológicas que, a lo mejor, no les convení­an.

    En los tiempos actuales, ¿es razonable apostar por el «amor, la paz y la dignidad»?

    Siempre es razonable apostar por el amor, la paz y la dignidad. Es la única actitud razonable ante la vida. Es preciso desterrar el miedo, porque es un muro imaginario. El crí­tico extremeño, Moisés Cayetano Rosado, en su reseña a Tiempos Convulsos hace referencia a ello, como se puede apreciar en el siguiente párrafo: «Ana Marí­a Castillo lo simboliza en una frase hermosa con la que acaba la novela, donde proclama la libertad, al contestar uno de los personajes a la pregunta de por qué un muro de mariposas no es un muro de verdad: “Porque cuando lo tocas o te acercas, desaparece. ¡Todas las mariposas se van volando!”. Todas las personas se abren al futuro esperanzado, donde parecí­a que hubiera una muralla de incomprensiones y dolor».

Foto

Ana María Castillo

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