Vivir con ellos, caminar con ellos, morir con ellos

Nos dice Francisco, en su mensaje para la Jornada Mundial de los Pobres, del 2021, que, el pobre más grande de todos es Jesús.

No reconocer y no poner a los pobres en primer lugar es no creer en Jesús. Además, Jesús nos ayuda a descubrir que todos somos pobres. Esto también nos lo ha dejado muy claro la pandemia. Y que la pobreza más grande es la insolidaridad. Solo vivimos cuando compartimos nuestra vida y nuestros bienes con los necesitados, es entonces cuando sale a flote nuestra humanidad, sin acostumbrarnos jamás a dejar las cosas como están.

Y más que cosas espectaculares lo que hemos de dar es humanidad, llena de realismo y de sentido común, que es lo que responde a todas las necesidades y lo que nos abre para recibir de los que sufren sus valores que, en muchas ocasiones, son superiores a los nuestros. No se trata de buenos gestos ni de acciones ocasionales, sino de organizar y estructurar nuestra vida a partir de la comunión total con los que sufren. Es entonces cuando nuestra vida tiene sentido.

La fe en Jesús nos ayuda a ver en profundidad las causas de la pobreza y el nacimiento de las nuevas formas de pobreza que van apareciendo en el mundo, y a encauzar nuestra vida en el compromiso por la liberación de los oprimidos. El padre Damián, que abandonó el sistema de bienestar y se fue a Molokai a vivir, caminar y morir con los leprosos, es un perfecto referente de lo que tiene que ser nuestro compromiso con los marginados y con todos los que sufren. Dejando a un lado los intereses ideológicos y partidistas, iniciemos procesos de desarrollo y de liberación, estructurando la sociedad, a nivel mundial, no a partir de los intereses, sino orientada a dar respuesta las necesidades reales…

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