Isidro Cano. Una vida de cooperativista

Isi trabaja en la cooperativa Suara, empresa sin ánimo de lucro que presta cuidados a domicilio y sociosanitarios a la infancia, en centros de acogida y formación, y personas sin hogar. En concreto, desempeña labores de cuidado en la atención domiciliaria.

«Siempre supe que quería trabajar en una organización en la que la propiedad, la toma de decisiones y los valores fueran compartidos por igual entre las personas que trabajamos», explica Isi, que ha trabajado en varias empresas a lo largo de su vida laboral. En una cooperativa, las personas empleadas son socias trabajadoras.

El funcionamiento es diferente al de una empresa al uso: «No solo se someten a votación –una persona un voto– los presupuestos y se escogen los cargos representativos, sino que existe toda una serie de ámbitos y acciones en que se celebra una vida societaria activa. Esta actividad societaria, trasladada a la atención que realizamos, demuestra una serie de valores que compartimos».

Reconoce que, a veces, «cuesta consensuar las decisiones y mantener los valores», más todavía en una organización como la suya, con más de 1.200 cooperativistas y unas 42.000 personas atendidas. Aunque, afirma que «siempre encontramos mecanismos para sentirnos unidos y trabajar por los demás. Por ejemplo, tenemos un comité de ética, del que yo soy miembro, que mira de ser el faro para que las líneas de negocio y de actuación sigan, no naufraguen».

Como cristiano y obrero, su visión del trabajo y la empresa encajan con su opción por el cooperativismo. «Me ofrece la posibilidad de ser coherente con mis valores personales, como son la justicia social, la estructura horizontal del trabajo y los recursos y el propósito de vida cristiana, ese camino hacia la felicidad que es dedicarse a la atención de personas».

Incluso, como integrante de la HOAC, procura, en la medida de lo posible, poner en práctica algunas de las enseñanzas que Guillermo Rovirosa reflejó en su obra El cooperativismo integral (COOPIN): «Son muy útiles para desmontar la doble moral del razonamiento neoliberal que nos dice a las personas socias de la cooperativa que hemos de alternar el sombrero de empresarios con el de obreros, como si pudiéramos ser dos personas a conveniencia».

Para él, «el cooperativismo es una herramienta de dignificación, un motor de transformación social y laboral. Nace y se hace en cada acción de nuestro día a día. En mi caso, me permite ver a Jesús en los ojos de cada una de las personas que cuido mientras les lavo los pies».

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