Barriendo el coronavirus

Soy un barrendero, no un «quitacacas». La escoba no sabe de salutaciones, pero al que la maneja con la soltura propia de los años transcurridos en el quehacer diario, le agrada saber que no es invisible. 

Somos un sector imprescindible, aunque oculto a los ojos de la sociedad moderna. ¿Quién limpia la basura? ¿Quién, literalmente, limpia la mierda de nuestras calles? De la limpieza depende la higiene que evite el contagio, la limpieza se vuelve, también, una cuestión de vida o muerte. Solo desde hace unas semanas nos hemos vuelto, dolorosamente, un poco más conscientes de ello. ¿Cómo trabajan los que limpian las calles? ¿En qué situación están?

Hace más de 20 años que barro las calles de Plasencia. He aprendido a estar preparado para soportar, cada día, distintas situaciones. Ahora veo decenas de guantes arrojados por el suelo, junto a mascarillas arrugadas. Siento como si alguien me tosiera en el rostro.

A mis compañeros les digo que no se confíen y tengan cuidado porque hasta una persona sin síntomas te puede contagiar. Al estrés diario que vivimos, se suma el riesgo de que alguien en sus casas se pueda enfermar, si es que no respeta la cuarentena.

Si uno es más sensible, a veces llora de impotencia, pero solo. No puedes doblegar a tu equipo de trabajo. Tienes que seguir, ponerle empuje para estabilizar a tus compañeros y darles más oportunidades de vida. En la casa es igual, ellos no pueden ver que todo esto nos afecta, porque si no, se pueden preocupar más.

Los trabajadores de la limpieza pública, pues, combatimos al virus en las calles, muchas veces con medios precarios y con una situación previa de precariedad laboral y vital. Somos trabajadores precarios de contratas, subcontratas y empresas públicas infradotadas, limpiando, las calles del virus asesino que nos atemoriza a todos, sin que nadie nos dé la palabra.

Experimentamos la angustia ante el conflicto por la pandemia. Las tensiones, presiones y conflictos están encima de la mesa. Ya hay bastantes trabajadores confirmados como enfermos, muchos afectados posibles y fallecidos por la pandemia.

Discernimiento

Es fácil pretender amar a la gente que está muy lejos, pero mucho más difícil, amar a los que viven a nuestro lado. Para llegar a amar a alguien de verdad, hay que acompañar día a día. Toda persona significa algo para los demás y tiene un valor inestimable a los ojos de Dios.

Amamos a Cristo en cada pobre y cada ser humano en el mundo es pobre en algún aspecto. «Tuve hambre y me disteis de comer… estaba desnudo y me vestisteis» (Mt 25, 35). «Amaos los unos a los otros, como yo os he amado» (Jn 15, 12). «Cuando lo hicisteis con uno de mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis» (Mt 25, 40).

«Por los que hacen del trabajo sucio, la labor más hermosa del mundo y pintan de azul la oscuridad». Los abrazos prohibidos (Vetusta Morla).

Actúa y transforma

¿Qué ocupaciones parecen esenciales para cuidar y proteger la vida y la salud de toda la sociedad? ¿Se les da el valor y el reconocimiento que merecen?

¿Qué hábitos puedes adoptar para cuidar, proteger y promocionar a las personas con trabajos invisibles y precarios pero esenciales?

¿Qué medidas políticas habría que impulsar para respetar y defender la dignidad y el valor de los trabajadores esenciales para la vida?

Llévatelo y comparte

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