Condenada a la precariedad

Me llamo Victoria, tengo 30 años. Provengo de una familia humilde, mis padres son jornaleros del campo, mi padre suele tener trabajo y mi madre es temporera. A los 16 años, decidí que quería estudiar Magisterio.

A mi padre no le gustó mucho la idea, porque opinaba que ¡«colocarse» era difícil! ¡Qué razón llevaba! A los 21 años terminé mi carrera y comencé a opositar. Me vendieron la moto; es decir, me vendieron el cuento de que si estudiaba mucho, de que si dedicaba mi tiempo y fuerzas al estudio, conseguiría una plaza.

En 2011 me presenté por primera vez, con una nota de un 8,37; luego hubo una segunda vez; una tercera, una cuarta vez, esta en Madrid, donde quedé la sexta de mi tribunal y una quinta, con un 8,5. Nunca he trabajado. Este año según el sindicato, no trabajaré…, el año que viene no lo sé, me han dicho que hay estadísticas, pero prefiero no mirarlas.

Durante estos años estudiando oposiciones, he ganado mucho, he ganado el saber que soy fuerte, que soy valiente, que tengo capacidad de esfuerzo (evidentemente)…, también he perdido otras cosas, realización de mi proyecto de vida, por ejemplo.

En este tiempo he echando curriculums en un lado y otro, tiendas, supermercados, alguna fábrica…, no me llamaban de ningún lugar…, Durante todos estos años, he dado clases particulares, que me da para vivir más o menos.

Ahora he conseguido formar una vida en común con mi novio, de toda la vida, después de diez años, por fin vivimos juntos. Es muy bonito, poder llevar una vida en común con la persona que amas, pero da miedo el no saber qué ocurrirá mañana.

Discernimiento

«Además de empobrecerlos, la falta de trabajo cercena en los jóvenes la capacidad de soñar y de esperar y los priva de la posibilidad de contribuir al desarrollo de la sociedad» (Documento final del Sínodo «Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional»).

Actúa y transforma

Sensibiliza sobre la importancia de que las personas jóvenes accedan a empleos decentes que les permitan desarrollar su vocación y llevar a cabo sus propios proyectos vitales.

Plantéate qué puedes hacer en el plano personal y colectivo para que las instituciones públicas, las empresas y la sociedad civil promuevan el trabajo digno, también para los jóvenes.

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