Trabajo y justicia

«Nadie puede sentirse exceptuado de la preocupación por los pobres y por la justicia social» (Francisco, EG 201).

El 20 de febrero la ONU promueve el Día Mundial de la Justicia Social. La justicia debida a toda persona es una tarea de cada día y desafío central de nuestra sociedad que a todos nos concierne. No hay sociedad humana sin que cada persona pueda vivir de acuerdo a su dignidad, disponiendo de los bienes necesarios para ello.

Los cristianos estamos urgidos a luchar por la justicia: «La Iglesia, guiada por el Evangelio de la misericordia y por el amor al hombre, escucha el clamor por la justicia y quiere responder a él con todas sus fuerzas… Lo cual implica tanto la cooperación para resolver las causas estructurales de la pobreza y para promover el desarrollo integral de los pobres, como los gestos más simples y cotidianos de solidaridad ante las miserias muy concretas que encontramos» (EG 188).

Pero, para construir justicia es decisivo el empeño por el trabajo digno, que es un bien básico para la persona: que cada persona pueda aportar, con su trabajo, sus capacidades a los demás y a la vida social. Porque «el trabajo es una necesidad, parte del sentido de la vida en esta tierra, camino de maduración, de desarrollo humano y de realización personal… Una vida digna a través del trabajo» (LS 128). Por eso, el trabajo digno es «una prioridad humana y, por tanto, una prioridad cristiana» (Francisco).

No hay amor sin justicia y no hay justicia sin trabajo digno. Pero solo el amor que afirma la dignidad de cada persona hará posible la justicia y el trabajo digno.

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