Pueblo de Dios en salida

Las reuniones y asambleas de laicos se han sucedido con bastante profusión en las diócesis, también en movimientos y asociaciones laicales. El motivo: la celebración del Congreso Nacional de Laicos: «Pueblo de Dios en salida».

El congreso responde a la insistencia del papa Francisco de abrir las puertas de nuestra Iglesia y salir hacia los demás para llegar a las periferias humanas (Evangelii gaudium, 46). Es bueno salir de la comodidad de nuestras comunidades. Necesitamos ponernos en camino e ir al encuentro de nuestros hermanos y hermanas del mundo obrero y del trabajo, y de las demás periferias existenciales.

«Salgamos, salgamos a ofrecer a todos la vida de Jesucristo (…) prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades» (EG 49).

Es deseable que el camino al congreso, su desarrollo y su repercusión posterior nos ayuden a avanzar hacia una conversión integral en la Iglesia, que ponga en el centro a los empobrecidos de modo que sea realmente una Iglesia de los pobres, una Iglesia corresponsable y sinodal, una Iglesia ministerial, una Iglesia fiel a su misión constituyente de evangelizar; y hacia una mayor vivencia cristiana, que realmente sea testimonio de las huellas del Resucitado.

Del mismo modo, también puede contribuir a un mayor reconocimiento de la Iglesia como una Iglesia laical, de bautizados, todos y todas iguales en dignidad, todos y todas empeñados en poner, al servicio de la comunión y la misión, la diversidad de carismas del Espíritu Santo; así como al convencimiento de que la presencia eclesial en el mundo debe abandonar posiciones de privilegio –incluso aparente– para ocupar su lugar propio, que es el de los últimos, y poder así ser presencia reconocible del Reino de Dios que ha comenzado.

Corresponsabilidad, sinodalidad, participación…, son palabras que van adquiriendo mayor fuerza y sentido en nuestra concepción de la vida eclesial que posibilitan una comunión real. Y, a la vez, son palabras que cargan de contenido nuestra misión evangelizadora en el mundo, porque la comunión está en función de la misión. A mayor comunión, mejor testimonio vivo de que somos Iglesia de Jesucristo y de que podemos ser semilla del Reino, signo de esperanza en nuestro mundo y propuesta de vida en el amor que nos humaniza. Quienes seguimos a Jesucristo hemos de ser capaces de vivir nuestra vida desde el amor para humanizar nuestro mundo, cada vez más, según el sueño de Dios.

El anhelo de justicia y la toma de conciencia de la realidad del trabajo y su relación con el empobrecimiento se nos presentan como retos y, a la vez, como posibilidades para la misión evangelizadora y para compartir con otras personas esa lucha por la justicia. Son situaciones abiertas a los valores evangélicos, donde la propuesta de Jesucristo es buena noticia para los pobres, un proyecto de vida personal y social.

La realidad hoy se nos presenta como una oportunidad y como un desafío para la manera de entender la evangelización y la vida cristiana. En concreto, el reto de vivir la radicalidad de la adhesión a Cristo y su Evangelio, y hacerlo desde la sencillez y la hondura que el estilo del papa Francisco nos propone y regala.

El reto fundamental que tenemos hoy, como Iglesia, sigue siendo cómo anunciar a cada persona que es una criatura vocacionada y destinada por Dios a la comunión con Él y que Jesucristo puede ser para ella el verdadero camino de vida plena. Y eso supone hacer frente a la situación de empobrecimiento y deshumanización de nuestro mundo, desafío fundamental para la Iglesia en fidelidad al Evangelio, que pasa hoy por:

a) Situarnos en el lugar de los pobres, como el Señor. Esto es lo más central y decisivo para nuestra fidelidad al Evangelio y la necesaria conversión misionera de la Iglesia. Es vital para nuestro ser y misión.

b) La vivencia de la caridad política. Situados en el lugar de los pobres, nuestra conversión misionera pasa por crecer en nuestro ser y misión, en vivir la caridad política.

c) Dar mucha más importancia a lo que ocurre en el mundo del trabajo. El servicio que estamos llamados a prestar a los pobres en la vivencia de la caridad política es en nuestra sociedad una llamada a prestar mucha más atención en las comunidades eclesiales a lo que está ocurriendo hoy en el mundo del trabajo (de ahí la gran importancia de iniciativas eclesiales como «Iglesia por el Trabajo Decente») y a impulsar la Pastoral Obrera de toda la Iglesia.

En salida

El Plan Pastoral de la Conferencia Episcopal Española de los últimos años prevé la celebración de un Congreso sobre el papel del laicado en la Iglesia y en el mundo, al que está convocado todo el Pueblo de Dios. Antes de su celebración, que tendrá lugar entre el 14 y el 16 de febrero de 2020, en Madrid, los grupos formados en cada una de las diócesis están abordando el documento «Un laicado en acción», cuyas conclusiones se recogerán en un instrumento de trabajo, que se llevará al congreso. En el mismo, las y los participantes debatirán sobre cuatro ejes fundamentales: primer anuncio, acompañamiento, procesos formativos y presencia en la vida pública; y dos líneas transversales: la sinodalidad y el discernimiento.

A su término, las propuestas concretas y líneas de acción serán puestas en práctica en las diócesis.

Reflexiona

¿Qué cauces debemos potenciar para crecer personalmente y en la vida comunitaria?

¿Qué podemos hacer para impulsar nuestra corresponsabilidad en los órganos de participación eclesial (Consejos de Pastoral, Consejos de Asuntos Económicos, Consejos de Laicos…)?

¿Qué responsabilidades hemos de asumir como laicado para estar más comprometidos en el mundo (trabajo, política, educación, familia…)?