Cuando el miedo llamó a su puerta la abrió de par en par. Una mujer joven con una niña pequeña en sus brazos apareció delante de ella. Después de tantos años luchando contra la violencia a las mujeres y no se acostumbra. «Me ha amenazado mi marido, está como loco, no sé a dónde ir». Y la niña…, esa cara de terror se queda clavada en el alma. Ella, a pesar de la experiencia, también tiene miedo, son de su barrio. Pero la Eucaristía se hace vida o no es nada. «Tomad y comed todos de él, porque este es mi cuerpo. Tomad y bebed todos de él porque esta es mi sangre (…) Haced esto en memoria mía». Ese es el momento de ofrecer también, como Jesús, su cuerpo y su sangre por los demás. Y Jesucristo se hizo presente. «Pasad, dormiréis aquí y mañana iremos a tu casa a recoger vuestras cosas y te llevaremos a un lugar seguro». Esto es acompañar la vida precaria de estas mujeres maltratadas. Esto es poner en el centro de tu existencia a los más débiles. Su compromiso y su oración van de la mano. «Gracias Dios Padre-Madre que me das fuerzas para cuidar la vida».
Ora et labora
Deja que Dios Padre-Madre hable contigo. ¿Cuántas veces llama a tu puerta pidiendo ayuda? ¿Y cómo la encuentra? Lee despacio el texto. Haz silencio. El ser humano ha sido creado a imagen y semejanza de Dios, que es amor y comunión en libertad. No hay amor ni comunión si no hay libertad. Nunca el amor aprieta y, menos aún, ahoga. Y nunca el amor es indiferente al sufrimiento de los otros. La esencia del ser humano es su capacidad de cuidar. El maltrato rompe la fraternidad y el cuidado. El buen trato es lo que nos habla de Dios.
¿Cómo contribuyes tú al buen trato en tu familia y en tus ambientes? ¿Cómo es tu capacidad de cuidar?
Jesús no fue indiferente al sufrimiento humano. Siempre paró su paso y posó su mirada y sus manos sobre las personas maltratadas de su tiempo. También las mujeres. Piensa un compromiso para ofrecer tú también tu cuerpo y tu sangre por los demás, especialmente por las más débiles.
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Colaboradora del ¡Tú!
