Ayuda mutua entre personas sin hogar

La cercanía y la confianza reducen distancias entre las personas sin hogar y los voluntarios que colaboran en el centro de acogida de Cáritas Interparroquial de Elche (Alicante).

«Tenía mis teorías sobre el acompañamiento. Ideas que me han podido orientar y que considero muy válidas», reconoce Hermenegildo Gómez, más conocido como Mere, militante de la HOAC de la diócesis de Orihuela-Alicante. Pero la experiencia, añade, le ha enseñado que «han sido ellos los que han trasformado mi vida, solo si me dejo cambiar les podré aportar algo para su superación personal».

En el centro duermen 30 personas que viven en la calle, a las que se ofrece desayuno y cena. Para la comida, pueden acudir a algunos de los comedores abiertos en la ciudad alicantina. Sus relaciones sociales y familiares suelen estar rotas. Con frecuencia, arrastran alguna enfermedad físico o mental, o ambas. Han recibido muchas heridas que a veces les dejan sin ganas de vivir… Han sido descartados por esta economía inhumana, rechazados por un mercado laboral cruel. Son realidades que, a veces, desbordan. Hay quienes aceptan un proceso de superación y otros que prefieren ir por libre.

Unos diez usuarios del centro han dado el paso de involucrarse en un itinerario personalizado y hacer grupo. Con ellos, se reúne Mere un par de veces a la semana, con el objetivo de encontrar sus posibilidades en la vida, administrar su pequeña economía, organizar excursiones con contenido educativo… Pero, sobre todo, para propiciar el encuentro entre ellos y hacerse cargo de alguna responsabilidad. Además, queda alguna vez con personas que han estado en Cáritas y ahora viven fuera.

La inquietud, compartida con los trabajadores del centro, es acompañar a los que pasan por él y establecer vínculos con miras a apoyarles a encontrar la manera de integrarse en la sociedad, a ser posible, con empleo e independencia económica.

En las reuniones, comparten los pasos que van dando, las dificultades, los problemas de convivencia que tienen y cualquier otra circunstancia personal que surge sobre qué hacer como grupo. Existe un sentido de pertenencia al mismo. Esperan con ilusión el día de la reunión o de la actividad programada. Algunos expresan, no con la misma intensidad, sus esperanzas y ganas de vivir, sus deseos de encontrar un trabajo, de darle una estabilidad a sus vidas.

«Una cosa es tener relación con una o varias personas, y otra muy diferente es comprometerse de verdad», reflexiona Mere, «el grupo me va poniendo en el camino del verdadero compromiso con la gente», aunque suponga renuncias a «planes personales y familiares». En el fondo está «la fe en las personas, en sus posibilidades de salir de su situación y llegar a ser dueños de sus vidas». La persona es siempre lo primero.

Discernimiento

La vivencia de la fe en Jesús pasa por el compromiso con los últimos de este mundo. Los pobres son el lugar de encuentro con Jesucristo. «Para la Iglesia, la opción por los pobres es una categoría teológica antes que cultural, sociológica, política o filosófica. Dios les otorga “su primera misericordia” (…) Inspirada en ella, la Iglesia hizo una opción por los pobres entendida como una “forma especial de primacía en el ejercicio de la caridad cristiana, de la cual da testimonio toda la tradición de la Iglesia” (…) Por eso quiero una Iglesia pobre para los pobres. Ellos tienen mucho que enseñarnos» (Laudato si’, 198, Francisco).

Actúa y transforma

«Los pobres obtienen una esperanza verdadera no cuando nos ven complacidos por haberles dado un poco de nuestro tiempo, sino cuando reconocen en nuestro sacrificio un acto de amor gratuito que no busca recompensa» (III Jornada Mundial de los Pobres, Francisco).

¿Qué esfuerzo puedes hacer para tener una mirada de amor y una mano tendida con personas que sufren algún tipo de privación?

¿Cómo puedes colaborar en al construcción de una sociedad que «no excluye a nadie», que «a todos congrega en una verdadera peregrinación de conversión para reconocer y amar a los pobres»?