La buena economía

Cada decisión de consumo es un acto moral, un voto que expresa nuestras preferencias, un ladrillo más con el que construimos la sociedad. Tenemos el poder, como consumidores, de reforzar el actual e irracional modelo o alumbrar uno nuevo, más humano y sostenible.

Una leyenda cheroqui sobre la lucha entre un lobo bueno y otro malo concluye que vencerá, al final, aquel al que nosotros hayamos alimentado mejor. El cuento sirve para recordarnos que nuestras acciones son las que, a la postre, inclinarán la balanza a favor de un lado u otro.

De sobra son conocidas las malas prácticas de grandes multinacionales, las nefastas consecuencias del comercio desigual y la irracionalidad de una sociedad de consumo dedicada a excitar nuestros deseos, ilimitados por definición, mientras arrincona nuestras verdaderas, y limitadas, necesidades.

Vivimos dentro de «un mecanismo consumista compulsivo para colocar sus productos» en el que «las personas terminan sumergidas en la vorágine de las compras y los gastos innecesarios», dice Francisco en Laudato si’.

La cultura dominante nos urge a consumir sin freno, como única vía posible para alcanzar algo parecido a la felicidad. La insatisfacción planificada sirve para mantener en marcha el engranaje económico, presa del espejismo del crecimiento infinito en un planeta finito.

«La cultura del bienestar nos anestesia y perdemos la calma si el mercado ofrece algo que todavía no hemos comprado, mientras todas esas vidas truncadas por falta de oportunidades nos parecen un mero espectáculo que de ninguna manera nos altera», señala Francisco en Evangelii gaudium.

En las Navidades pasadas, el propio Bergoglio se encargó de advertir del peligro de utilizar la fiesta religiosa como excusa para el desenfreno consumista: «No a la alegría del consumismo que nos lleva al 24 de diciembre a todos con ansiedad, porque pensamos: “Ah, me falta esto…”». «No, esta no es la gloria de Dios», alertó, en la parroquia de San José en el Aurelio, un barrio popular de Roma, en 2014.

Al año siguiente en su mensaje navideño, invitaba a recuperar el verdadero sentido de la fiesta cristiana: «En una sociedad frecuentemente ebria de consumo y de placeres, de abundancia y de lujo, de apariencia y de narcisismo, Él nos llama a tener un comportamiento sobrio, es decir, sencillo, equilibrado, lineal, capaz de entender y vivir lo que es importante», explicó en su mensaje para la solemnidad de la Natividad del Señor.

Los cristianos no podemos seguir pasando por alto la cita del Evangelio de Mateo donde se puede leer que «donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón» (Mt. 6, 19-33).

Hay suficientes alternativas para ir edificando una sociedad justa, sostenible y solidaria. Son soluciones viables, posibles y contrastadas que generan una cantidad enorme de beneficios sociales. El desconocimiento, la inercia, la comodidad, la escasa conciencia o la falta de confianza en nuestro poder como consumidores explicarían por qué no son opciones más extendidas, prácticas habituales mayoritarias.

Ya existen bancos, aseguradoras, energéticas y operadoras telefónicas comprometidas con el respeto a los derechos humanos (entre ellos los laborales) y el medio ambiente. Por toda nuestra geografía, hay tiendas de comercio justo, de ropa reciclada (incluidas las de la red de Cáritas), empresas de ropa ecológica y buen trato a los trabajadores y supermercados cooperativos.

En algunos casos, puede que el precio de estos productos y servicios sea más alto (a medida que aumente el número de consumidores deberían ajustarse pero, lo que resulta, a la larga, más caro es mantener las irracionales, insostenible e injustas pautas actuales de consumo. Por no decir, que lo que a nosotros nos sale barato, les sale muy caro a otras personas que han participado en su elaboración o comercialización. Alimentar al lobo bueno está en nuestra mano.

En salida

«Conviene esforzarse (…) no solo para que surjan sectores o segmentos “éticos” de la economía o de las finanzas, sino para que toda la economía y las finanzas sean éticas» (Caritas in veritate, 45. Benedicto XVI).

«Es necesario seleccionar aquellos bienes de consumo detrás de los cuales hay un proceso éticamente digno (…). Alguien ha hablado, en este sentido, de “votar con la cartera”: se trata, en efecto, de votar diariamente en el mercado a favor de lo que ayuda al verdadero bienestar de todos nosotros y rechazar lo que lo perjudica» (Consideraciones para un discernimiento ético sobre algunos aspectos del actual sistema económico y financiero, 33. Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral y otros).

Reflexiona

¿Dónde tienes puesto de verdad tu corazón? ¿Qué dicen de ti tu agenda y tu bolsillo?

¿Qué pautas de consumo puedes cambiar o reforzar para que tus gastos sean coherentes con el mundo que deseas?

¿Con qué otras personas puedes asociarte para practicar y promover el consumo responsable?

Recursos

Guías

Alternativas

De la Economía Social y Solidaria

De la Coord. Estatal de Comercio Justo
Claves para cambiar de hábitos

De Cáritas

Publicaciones

La economía de las BienaventuranzasTu compra es tu voto, ambas de Carlos Ballesteros.

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