El amor se convierte en caridad cuando percibe, reconoce, adora y ama a Dios presente de esta manera en los hombres, y al hombre viéndole así presente en el seno de Dios. Y con ello no se olvida al hombre mirando a Dios, sino que se mira y se ama al hombre hasta su realidad más viva, hasta su máximo misterio (Rovirosa, O.C. T. III, 467).