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Homilía del cardenal Osoro en la Eucaristía del 75 Aniversario de la HOAC

18 noviembre 2021 | Por

Homilía del cardenal Osoro en la Eucaristía del 75 Aniversario de la HOAC

Eucaristía 75 Aniversario de la HOAC
Parroquia Basílica Nuestra Señora de la Milagrosa. 6 de noviembre de 2021

Queridos hermanos obispos, obispo de León y obispo coadjutor d. Antonio, de Almería. Querido vicario episcopal de desarrollo integral de nuestra diócesis de Madrid, don José Luis. Consiliario nacional de la HOAC, don Fernando. Hermanos sacerdotes. Hermanos y hermanas.

Qué día más extraordinario para nosotros, para Iglesia, pero especialmente para vosotros, militantes de la HOAC, es este 75 aniversario que estamos celebrando. Como habéis dicho en la monición de entrada, un 3 de noviembre de 1946, en esta basílica, nacía la HOAC. Queremos agradecer con gratitud, con esperanza, y hacer memoria y, sobre todo, mostrar un compromiso renovado en estos momentos también, porque aquello que hicieron hace 75 años no es menos importante en estos momentos. Es verdad que las circunstancias han cambiado, pero el mundo del trabajo necesita militantes que hagan posible que la dignidad del trabajo se mantenga, crezca. Reconocemos el paso de Dios por esta historia a través de tantos militantes que dieron la vida y trabajaron para mostrar el rostro del Evangelio en el mundo obrero. Iglesia y mundo obrero han estado unidos estos 75 años, se encontraron y se encontraron a través de todos nosotros.

Mirad, el salmo que hemos proclamado nos hablaba de alabar al Señor: “Alaba, alma mía, al Señor”. Un Dios que mantiene la fidelidad, pero un Dios que hace justicia, como nos decía el salmista, a los oprimidos. Un Dios que da el pan a los hambrientos y da libertad a quienes tienen ataduras o esclavitudes diversas o se las imponen. Un Dios que nos abre los ojos, que nos endereza para que miremos los problemas de frente. Un Dios que ama a quien busca la justicia. Un Dios que nos sustenta. Los caminos por los que a veces vamos los hombres no son los de Él y nos pone una dirección donde trastoca ese camino de los que buscan solamente para ellos mismos, y nos pone la dirección parar buscar siempre para los demás.

La Palabra que el Señor nos entrega hoy se podría resumir en tres palabras, que son importantes para todos nosotros. Por una parte, dar;  en segundo lugar, interceder; y en tercer lugar, vivir. Tres palabras que resumen, de alguna manera, lo que acabamos de escuchar hoy nosotros, que ciertamente tienen que ver con esta trayectoria que los militantes de la HOAC habéis vivido durante estos 75 años; En momentos diferentes, en situaciones diversas, pero siempre con el deseo de dar y de dar a este mundo –y en concreto al mundo obrero– pero el rostro de Dios, no escamotear ese rostro.

Hemos escuchado en la primera lectura del libro de los reyes que hemos proclamado que el profeta Elías, un hombre de Dios, salió a los caminos y llegó a un lugar donde poco había, no tenían medios aquella mujer viuda y con un hijo, y la llamó para decirle: por favor, tráeme un poco de agua en un jarro para que beba. Cuando yo esta tarde estaba rezando y escuchando esto, pensaba en las personas que yo he conocido de la HOAC que, de alguna manera, han estado en esta tarea de buscar la dignidad de los que más necesitaban, en este caso levantar la dignidad del trabajo. Elías llamó a esta pobre mujer y le dijo que le trajese un poco de agua para beber, y después también la pidió un trozo de pan; aquella mujer no tenía nada, tenía un poquito –como dice el texto–, un puñado de harina y un poco de aceite en la alcuza, pero tenían que comer ella y su hijo. Pero aquella mujer se fio de Elías, no temas. Es verdad que Dios implantó la justicia. Comieron los tres: ella, su hijo y Elías, y no se vació la harina ni la alcuza de aceite.

Dios hace cosas extraordinarias. El Dios de la vida no se vacía, no se agota, da a los hombres aquello que Dios quiere entregar, les mantiene en esa dignidad. Pero también es verdad que Dios se vale de los hombres, se valió de Elías para que esta mujer viese el poder que Dios tiene para alcanzar la justicia, y se sigue valiendo de nosotros –en concreto de vosotros, los militantes de la HOAC– para situaros y hacer ver que Dios está a favor de los hombres, que Dios no quiere la injusticia, que Dios no quiere servicios que degraden a las personas. Dios quiere que se muestre la dignidad con que Dios situó al ser humano en este mundo y le dio las capacidades necesarias para poder vivir, sustentarse y crecer.

Esta actitud, después de 75 años, en esta celebración que estamos haciendo de la vida de la HOAC aquí entre nosotros en España, la vida de unos militantes que lo dieron todo por la dignidad del trabajo, que dieron todo por expresar y mostrar la fuerza que tiene el Evangelio para implantar esta dignidad, nos invita a todos a seguir dando.

En segundo lugar, tenemos un intercesor: la referencia a Jesucristo nuestro Señor, obrero también, unido a este mundo, que vino para destruir el pecado y para ofrecerse Él por los pecados de todos para salvarnos a todos. Vosotros creéis en la salvación que ofrece Jesucristo, pero no es una salvación teórica, no es una salvación de ideas; es una salvación que acontece en la vida y en la historia de cada ser humano. Si no somos capaces de mostrar esa salvación en la historia concreta de los hombres, es que no hemos descubierto en realidad esa salvación que nos ofrece Jesucristo. Él nos invita a dar nuestra vida, a darla con su fuerza y con su amor, nos invita a descubrir que Él es el gran intercesor, y nos invita a vivir. A dar lo que tenemos.

Habéis escuchado el Evangelio, que tiene una fuerza extraordinaria: “En verdad os digo, esta viuda pobre ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie”. Estas palabras de Jesús nos obligan a preguntarnos o hacernos a todos esta pregunta: ¿Vivimos solo dando de lo que nos sobra o dando algo de nuestra propia vida? ¿De qué vivimos? En primer lugar –si os habéis dado cuentas– Jesús, comienza con una crítica a los escribas: “¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse. Buscan los asientos de honor…”. Los escribas muestran una vanidad insaciable y un ansia desmedida de honores. Visten de manera especial, distintos de los demás para diferenciarse como maestros y buscar el respeto de la gente porque no se sienten seguros de sí mismos; por eso necesitan crear una especie apariencia en la vida. Tal vez, podríamos preguntarnos nosotros esta noche: ¿No hay en nosotros también ese deseo de aparentar y de ser como los primeros letrados que aparecen en el Evangelio?

Frente a los escribas que viven a costa de los demás y frente a los ricos que dan limosnas por apariencia, Jesús nos presenta el signo de la viuda: Jesús sentado frente a la alcancía del templo, observa la actitud de la gente que pasa a depositar la limosna: “se acercó una viuda pobre y echó dos moneditas”. Muchos ricos estaban echando limosnas abundantes y la pobre viuda echa solo dos monedillas que eran las monedas más pequeñas que circulaban en aquel tiempo en Israel.

Ciertamente, como veis, el personaje más importante de esta escena es esta pobre mujer viuda. En la época de Jesús, ser mujer y viuda era el compendio del mayor desamparo. Aquella mujer es también pobre. Pues bien, aquella mujer viuda y pobre, se allegó al templo y dice el Evangelio, que echó en el arca “todo lo que tenía para vivir”. Es verdad que su ofrenda es insignificante; no es en realidad una contribución al sostenimiento del templo, sino un acto, un gesto de amor y de confianza absoluta en Dios.

Leyendo esta tarde algunas cosas de la HOAC en algunos momentos, ciertamente tuvimos unos hombres y mujeres de una confianza absoluta en Dios. Y con unos gestos de amor que hoy, cuando lo vemos en distancia y nos retrotraemos a los momentos históricos concretos que entonces se vivían en España, tienen una fuerza especial. Por eso, Jesús, impactado, llama a sus discípulos –como habéis escuchado en el Evangelio– y nos dice, a ellos y a nosotros: “Los demás han echado de lo que les sobra, pero esta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir”. Recordaba momentos difíciles de los militantes de la HOAC, que arriesgaban sus vidas en aquellos momentos por defender los derechos y la dignidad de los trabajadores. Yo creo que esta celebración supone también para nosotros una memoria y un recuerdo de aquellos hombres.

¿Por qué? Yo entiendo que es por lo que escuchamos en el Evangelio de hoy. Esta mujer hace de Dios el valor supremo, por encima de la propia persona, y hace depender su vida de Él, no tiene más medio de subsistencia más que Dios. Quien ama de verdad, entrega su persona y también todas sus cosas, porque las descubre como menos importante que su propia persona.

Queridos hermanos, hoy descubrimos cómo esta mujer, esta viuda del Evangelio, es un ejemplo de un amor total a Dios, expresado en el desprendimiento del dinero; es la antítesis de los letrados, en la antítesis de los que poseen mucho y viven para sí mismos. El comportamiento de la viuda dando todo lo que tenía para vivir, es un ejemplo que yo creo que hay que proclamar en este momento, cuando estamos en esta celebración recordando los 75 años de la vida de la HOAC, y recordando a aquellos que iniciaron este movimiento; ciertamente el comportamiento de la viuda es ejemplo de aquellos también. Hoy podríamos preguntarnos todos nosotros, después de estos 75 años de vida de la HOAC: ¿Me parezco en algo a esta pobre mujer viuda que pone toda su confianza en Dios o vivo dando solo lo que me sobra? ¿Podría yo dar algún paso más de entrega de mi persona por los otros? Porque aquellos hombres y mujeres que iniciaron este movimiento de la HOAC no pensaron en sí mismos, pensaron en los demás, pensaron en la dignidad que tenían que alcanzar en el trabajo en un momento en que a veces algunos se sentían explotados.

El Evangelio nos invita a seguir valorando a las personas por lo que son y también por la capacidad de servicio y solidaridad, no por los bienes que podamos conseguir o acumular, ni por el éxito social logrado. La auténtica relación con Dios comienza cuando empezamos a compartir no de lo que nos sobra, sino de lo que tenemos necesidad. No solamente el dinero, sino compartir la acción para que la dignidad del ser humano sea cada día mayor, a costa a veces de complicar nuestra existencia y nuestra vida.

“Esta pobre viuda ha echado en el arca más que nadie”, nos ha dicho Jesús. Esta mujer ha echado todo lo que tenía para vivir, ha echado, por tanto, su vida en el tesoro del templo, porque ha encontrado en Dios el sostén para hoy y para mañana. Yo he conocido en mi tierra personas mayores que vivieron los momentos primeros de la HOAC, y es verdad que compartieron, renovaron una confianza absoluta en Dios, compartieron la vida con nosotros, lo compartieron buscando la dignidad de los demás.

Queridos hermanos, nuestra oración hoy al celebrar los 75 años podría ser: Señor, que como la viuda del Evangelio que hoy nos regalas y nos presentas, es verdad que a lo mejor es poco lo que tenemos para ofrecerte, pero ayúdanos a poner lo poco que tenemos en tus manos. Porque tú eres la riqueza, la riqueza de toda la humanidad y regalar la presencia tuya en medio de este mundo, la presencia de tu persona, de tu acción a través de nosotros, en concreto en el mundo del trabajo, sigue siendo una necesidad.

Miremos, queridos hermanos, los nuevos retos que nosotros tenemos en estos momentos de todo tipo en este mundo del trabajo. Un reto es todo el mundo de la emigración, que a veces son expulsados, no son validados en lo que tienen que ser; no solamente este mundo, sino otras situaciones que nosotros sabemos que implican el descubrimiento de la dignidad de tantas y tantas personas.

Os quiero decir algunas cosas, pero son breves.

  • Pongamos el hombro y el corazón. Nuestros militantes que tuvimos pusieron el hombro, el trabajo y el corazón.
  • Ver en estos momentos dónde están las realidades a los que nosotros tenemos que ir orando. El diálogo con Dios para aquellos hombres y mujeres ha sido fundamental.
  • Mirad a la Santísima Virgen María. Aquí en La Milagrosa nació la HOAC. Hay que mirar a la Virgen María, porque ella nos insiste “haced lo que Él os dice”.
  • Contad también la buena noticia de Jesucristo. Seamos buena noticia con nuestra vida.
  • Hagámoslo en cercanía a los hombres, a los hombres concretos, a las realidades concretas en las que están y en las que viven. Hagámoslo con alegría, la que nace del Evangelio.
  • Iluminemos con el amor de Dios todas las realidades que estén a nuestro alrededor, hablemos al corazón de la gente, no solamente tengamos ideas que pueden ser muy buenas, pero si no alcanzan al corazón no movemos absolutamente nada.
  • Reconoceos en medio del pueblo como hombres y mujeres que son seguidores de Jesucristo con todas las consecuencias.

El Señor nos bendiga a todos y bendiga a la HOAC en esta celebración que hoy hacemos, recordando 75 años de vida, de trabajo, y que no ha pasado el tiempo, no es de otra época. No, quizá hoy es de otra manera pero más necesaria que nunca, la presencia de militantes en el mundo del trabajo. Que Jesucristo nuestro Señor, que se hace presente aquí en el altar, nos ayude a ver los motivos fundamentales que movieron a aquellos hombres hace 75 años, y los que nos tienen que mover a nosotros en estos momentos de la historia. Amén

 

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