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Martínez Gordo: “La verdadera espiritualidad es fuente de vida”

30 junio 2021 | Por

Martínez Gordo: “La verdadera espiritualidad es fuente de vida”

“La espiritualidad cristiana cuenta con un aspecto único  y rompedor, como es la vivencia de las Bienaventuranzas”, afirmó Jesús Martínez Gordo, en la presentación de su último libro Entre el Tabor y el Calvario. Una espiritualidad “con carne”, de Ediciones HOAC.

En el acto de presentación de la última novedad editorial, organizado por la HOAC, introducido por su responsable de Difusión, Teresa García, pudieron conversar, mediante videoconferencia abierta al público, el propio Martínez Gordo y el consiliario general de este movimiento de Acción Católica, Fernando Díaz Abajo.

El sacerdote de Bilbao y el catedrático emérito en la Facultad de Teología del Norte, se refiere ya en el título de su obra, a las dos experiencias fundamentales para los discípulos de Jesucristo, como son la paz interior en presencia del Dios amor, que vivieron los primeros apóstoles en el monte Tabor, y la cruz del Calvario, acompañada de la resurrección.

Estas “cumbres” de la mística cristiana se completan con las Bienaventuranzas, un programa de vida contracultural cuya puesta en práctica en la cotidianeidad de la vida acerca a la experiencia de plenitud y trascendencia, que propone el Evangelio.

Esta complementariedad configura la espiritualidad encarnada y la teología cristiana, según Martínez Gordo, quien recordó que “una de la cosas importantes que reivindica la espiritualidad de nuestros días es la unidad entre carne y espíritu, alma y cuerpo, que se decía antes. Y es lógico, porque donde hay vida animada, hay espiritualidad”.

Para Martínez Gordo, la espiritualidad, incluidas las calificadas como ateas, denotan la manera como cada persona se relaciona con la trascendencia, en función de la cual se relaciona con los demás y con el mundo, por lo que toda espiritualidad que merezca tal nombre ha de ser fuente de vida. De hecho, según sus propias palabras, “si no es fuente de vida, incluso de la vida más elemental, como es la propia subsistencia, no es espiritualidad”.

Una espiritualidad provocadora

Sin embargo, frente a las espiritualidades ateas que ponen el acento en la paz interior, la tranquilidad y sosiego, a través de la búsqueda directa, sin intermediarios, de la trascendencia –lo que a su juicio es del todo imposible porque toda experiencia está mediada por la subjetividad, la personalidad, de cada individuo–, la espiritualidad cristiana incluye un aspecto provocador, que es la experiencia del sufrimiento previa a la gloria de la resurrección.

Pero del mismo modo que se puede dar un exceso de Tabor, también hay riesgos en absolutizar el Calvario, como en muchas épocas de la historia ha ocurrido con el cristianismo, tal y como reconoció el teólogo en la conversación posterior con los y las asistentes.

Los calvarios actuales

“Dios, creo, quiere gente que ayude a bajar de los calvarios actuales a los crucificados de nuestro tiempo, que pongan los medios para que no haya más calvarios, que intenten paliar el dolor y el sufrimiento y lo que no quiere es que haya más cadáveres achicharrados en los calvarios actuales”, apuntó el teólogo.

Por supuesto, dijo, “es legítimo tener una residencia preferente, pero hay que circular de vez en cuando por las demás. El que tiene residencia preferente en el Calvario debe alguna vez disfrutar de las cosas buenas de lo que la vida está llena, para tomar oxígeno, parar cargar el depósito”.

Más claramente, “parar en el área de servicio para volver a la autopista que es la vida”. Como también, “el que tenga su sede preferente en el Tabor, atendiendo al diagnóstico y análisis de la realidad, conviene que pase por el Calvario y las Bienaventuranzas”.

Rostros de Cristo

“Gracias a la identificación con los pobres y los últimos de Jesucristo, el cristiano tiene sensibilidad especial para detectar a los últimos en los rostros que van apareciendo”, subrayó Martínez Gordo, para quien los pobres son la razón de ser de la Iglesia, hasta el punto que el cristianismo considera a los pobres, no ya como vicarios de Cristo, sino como cristos mismos: “Para los cristianos, los pobres son una de las mediaciones privilegiadas para llegar a Dios”.

No obstante, también advirtió del peligro de entregarse a un activismo desenfrenado: “Hay otro riesgo para los más comprometidos, que es entender la vida como si fuera un esprint, cuando la vida es maratón, y acabar achicharrados”. De ahí que su propuesta para una “vida sana” pasa por “un equilibrio inestable entre un máximo y un mínimo. La equivocación se puede dar por exceso, por pasarse, o por defecto, por no llegar”, enfatizó.

Equilibrio permanentemente inestable

De hecho, Martínez Gordo, subrayó el acierto de la teología cristiana al postular la unidad en la diferencia, la comunión trinitaria: “De Jesucristo viene el concepto de unidad como articulación, Jesús y Cristo; eternidad y tiempo. Es la “y” católica”, que mantiene un equilibro permanentemente inestable”.

Se trata de un principio que, en su opinión, la ciencia moderna y contemporánea también ha descubierto: “Esta unidad, que es de Nicea, es lo más moderno ahora mismo en la ciencia. Cuando la astrofísica descubre que el cosmos es expansión, historia, movimiento, salto cualitativo y, a la vez, regularidad, universalidad, leyes fijas, legiformidad está hablando de esa conjunción. Lo mismo en protobiología: materia y evolución; y en antropología: solo podemos ser nosotros mismos abiertos a los demás…”

A todo esto es a lo que se refiere “el misterio” que es “la carne del Jesús histórico y el Dios en plenitud”. “En el Jesús histórico se percibe el murmullo, la transparencia de Dios”, llegó a decir el teólogo vasco, que también mencionó la ‘unitrinidad’, como “el misterio de la comunión: como siendo todos uno, somos a la vez singulares. Esto es fuente de pluralidad y es lo que explica la enorme pluralidad de espiritualidades llamadas a enriquecerse y fecundarse, siendo conscientes de los errores por exceso y por defecto. Lo que explica que existan diversas opciones legítimas”.

Para que la mística del día a día se pueda transmitir como experiencia de felicidad y gozo, propuso Martínez Gordo no queda otra que “vivir la vida, generando e infundiendo vida, con ilusión, esperanza, con ganas, y encontrar quien te eche una mano cuando lo necesites”.

 

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