Equipo Malva-Orba. HOAC de Valencia.

El sábado 21 de noviembre de 2020 moría en Massanassa (Valencia) Juan García Fernández, con 79 años, la familia abrió y leyó su testamento: “Aquí no se acaba todo, viene la resurrección”.

Jesucristo fue alguien que le llenó y fortaleció. Lo transmitió en los equipos. Para conocerlo mejor estudió Teología, ejerció de profesor de Religión en la enseñanza secundaria. Juan era un hombre de equipo, su forma de estar estimulaba y provocaba la comunicación, hablaba de realidades concretas.

Junto con Loli formaron una familia (5 hijos, seis nietos y dos biznietas). Loli ha sido pilar y sostén de la educación y trabajo de los hijos y nexo de unión y convivencia de cuatro generaciones. Loli cuidó de Juan, más cuando este enfermó de ataxia cerebelosa; esta fue reduciendo su movilidad que Juan contrarrestó con ejercicio físico e internet. Hablaba poco, meditaba mucho. Por su enfermedad participó en la Asociación de Enfermos de Ataxia en la que “como pez en el agua” animaba a sus socios.

Con la inmigración interior de los 60 a las ciudades, crecieron barrios obreros con muchas dificultades y carencias, así el de Orba-Parque Alcosa en el que vivió la familia de Juan y Loli. Para responder a las necesidades del barrio Juan con otros formaron la Asociación de Vecinos del Parque. Con el tiempo las necesidades se hicieron más “culturales” y Juan promovió en la Asociación la Escuela de Arte para que los vecinos ejercitaran sus capacidades artísticas. Para ello contaba con sus dotes y preparación en la Escuela de Bellas Artes.

En toda su vida asociativa, expresión de su “amor político”, buscó Juan el bien de las personas, el crecimiento de su conciencia. Así lo reconoció el Ayuntamiento de Alfafar (Valencia) concediéndole el premio Nueve de Octubre de 2010.

Juan se despidió del equipo el 5 de febrero de 2003 con estas palabras: “Iniciamos el camino juntos de la mano de Vicente Montoya y Pepe Bueno hace ya cerca de 40 años, lo hicimos en la ZYX-HOAC (queríamos seguir a Jesucristo) fueron grandes y claros días pues descubrir lo que era ser militante obrero cristiano, fue como una ventana abierta que nos sacó de una puñetera modorra (entonces comprometerse por el mundo obrero era ser perseguido por el régimen franquista).

Recorrimos el camino juntos y cuando descansábamos escuchábamos a un jilguero cantar. En un barrio obrero, no muy lejos de la ciudad, entramos en mi jardín y nos sentamos en un viejo banco y volvimos a escuchar el jilguero. Con vosotros comprendí porqué canta el pájaro (recordando a Anthony de Mello)

Gracias por haber sido con vuestra vida apoyo y animador de camino”.

Los hijos han quedado con un sentido agradecimiento a las personas que han estado con él.