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Antonio Algora: Retazos de una vida episcopal

17 octubre 2020 | Por

Antonio Algora: Retazos de una vida episcopal

Juan Fernández de la Cueva, director del Departamento de Pastoral del Trabajo de la Conferencia Episcopal y del Secretariado de Pastoral del Trabajo de Madrid comparte sus recuerdos del obispo, Antonio Algora, con quien coincidió en el Departamento de Pastoral Obrera de la Conferencia Episcopal Española.

Escribo estas notas la misma tarde en que recibí la noticia de la muerte de Monseñor Antonio Ángel Algora Hernando, obispo 27 años responsable del Departamento de Pastoral Obrera de la Conferencia Episcopal Española, ahora con la denominación de Pastoral del Trabajo.

Conocí a Don Antonio en el Instituto de Pastoral León XIII y en unas colonias infantiles de verano, que organizaban Hermandades del Trabajo, siendo yo seminarista y él sacerdote recién ordenado. Después los destinos eclesiales de la diócesis de Madrid separaron nuestras vidas.

Ha sido hace cinco años cuando hemos trabajado juntos en el Departamento de Pastoral del Trabajo de la Conferencia Episcopal, siendo él obispo responsable y yo director del mismo.

Recuerdo a Don Antonio en las reuniones del Consejo Asesor de dicho Departamento escuchando con atención, participando como uno más, sobre todo con sus vivencias que enlazaba una tras otra como san Mateo dice de Jesús: “un escriba que entiende del Reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando del arca lo nuevo y lo antiguo” (Mt 13, 52)

Así Don Antonio cargaba de autoridad sus aportaciones, sin sentar cátedra ni echar mano de sus diplomas. Nunca hizo gala de su título honorífico de Prior de las Ordenes Militares, título anexo al obispado de Ciudad Real, ni de sus estudios de Sociología en el Instituto Pastoral León XIII, de la Universidad de Salamanca en Madrid. Su autoridad le venía de hacer lectura creyente de la vida.

Sus aportaciones en las reuniones o conferencias no eran citas eruditas de la Doctrina Social de la Iglesia. Hablaba de la abundancia de experiencias con los feligreses diocesanos de Teruel-Albarracín, de Ciudad Real, de los “currantes” que entregaban su vida por defender la dignidad del trabajo. Su bondad de padre pastor despertaba en mí, un ánimo sereno para seguir en la tarea de la evangelización del mundo del trabajo.

Estilo de vida episcopal

En una visita pastoral a Teruel Don Antonio disfrutaba tanto arreglando los grifos o la instalación eléctrica de una casa parroquial, como celebrando un pontifical con mitra y báculo. No concebía que rebajase su dignidad de obispo por el trabajo manual de fontanero o electricista. Para él, todo trabajo tenía un valor que dignifica a la persona.

En otra visita a una parroquia de Teruel, año 2012, a la vista de la pobreza de medios pastorales y del nivel social de catequistas y otros agentes de pastoral, resaltó este hecho en su homilía: “Me llama poderosamente la atención que se cumpla a la letra aquello que dice San Pablo “Fijaos en vuestra asamblea, hermanos: no hay en ella muchos sabios en lo humano, ni muchos poderosos, ni muchos aristócratas… lo débil del mundo lo ha escogido Dios para humillar lo poderoso. Aún más, ha escogido la gente que no cuenta, para anular a la que cuenta, de modo que nadie pueda gloriarse en presencia del Señor”.

Antonio era la expresión humilde y amable del episcopado pero, a la vez, el rostro enérgico en recordar proféticamente a sus hermanos obispos la vigencia no siempre reconocida del mundo del trabajo en la pastoral ordinaria. Muchas veces les recordaba, con amabilidad franciscana, lo que aprobaron en la LXII Asamblea Plenaria, que “el mundo obrero sigue existiendo aunque su rostro haya cambiado, pero el puesto que ocupan los trabajadores en el sistema de producción sigue siendo el mismo: están subordinados y sometidos a las exigencias del capital” (POTI).

Siendo consecuente con esta toma de postura de la conferencia Episcopal Española Don Antonio Algora publicó en 2014 una carta pastoral como obispo de Ciudad Real que dedicó a los trabajadores de Elcogás en Puertollano, “amenazados con perder el trabajo a causa de los continuos cambios de las políticas energéticas de este país”. Y explicaba la causa de este cambio: “Lo más seguro es que los que han tomado esta decisión hablarán de rentabilidades económicas y de la necesidad de ser competitivos en el mercado de la energía”.

Su bondad de padre pastor en la pastoral del trabajo, su convencimiento sin triunfalismos, despierta ánimo sereno en mí, para avanzar en la ardua tarea de la evangelización del mundo del trabajo. En definitiva, el estilo pastoral de Don Antonio resuena en mi vida con este animoso eco: “Toma parte en los duros trabajos del Evangelio, según la fuerza de Dios” (2 Timoteo 1, 1-8) D. Antonio no solo respondería a esta frase de S. Pablo “amén”, sino “Dios te paga”.

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