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COVID-19 | Peor salud y mayor desigualdad en la población trabajadora

01 julio 2020 | Por

COVID-19 | Peor salud y mayor desigualdad en la población trabajadora

El impacto de la pandemia en la salud de la población trabajadora ha sido enorme y las consecuencias, en forma de enfermedades cardiovasculares y trastornos de salud mental, podrían ser devastadoras.

Es lo que advierte el estudio “Condiciones de trabajo, inseguridad y salud en el contexto del COVID-19”, realizado por la UAB en colaboración con CCOO, que ha  recopilado las respuestas de 20.328 participantes, entre finales de abril y mayo. Salvador Moncada, epidemiólogo e investigador de ISTAS-CCOO, ha destacado que la pandemia ha impactado de modo general en toda la población trabajadora y ha hecho aumentar notablemente la inseguridad laboral y la desigualdad.

El 42,6% de las personas encuestadas reconocieron estar preocupadas por la pérdida de su empleo y tres de cada cuatro (75,6%) por la dificultad de encontrar uno nuevo en caso de perder el actual. Además, el 70% de los trabajadores mostraba su temor una disminución de salario.

Alta tensión

Casi la mitad de los trabajadores, un 44,3% de los empleados encuestados, enfrenta una situación de “alta tensión”, la persona trabajadora está expuesta a altas exigencias pero tiene bajo control sobre la organización de su trabajo. El informe destaca el incremento de este factor de riesgo para la salud –prácticamente se ha duplicado– respecto a la última encuesta realizada por ambos organismos, en 2016, que recogía que un 22,3% de la población asalariada residente en España estaba en situación de alta tensión.

Aunque ha reconocido, como es evidente, que “las ocupaciones de la primera línea, sanitarios, limpieza, tiendas, alimentación…,  han sufrido mucho”, el impacto de la pandemia “ha sido muy transversal”. El epidemiólogo ha expresado su preocupación por lo que puede venir después, una vez finalizada la epidemia, en términos de salud para la población trabajadora. El 5% de los casos de enfermedad cardiovascular en España entre población trabajadora podrían ser atribuidos a la alta tensión, así como casi el 20% de los trastornos mentales.

En su opinión, se abren dos grandes retos para mejorar la salud de la población: “hacer descender la inseguridad laboral  y controlar y hacer descender la alta tensión en el trabajo”.

Albert Navarro, coordinador del grupo POWAH y profesor de la Facultad de Medicina de la UAB, ha insistido en que la COVID-19 y la parálisis económica “nos ha afectado a todos, de un modo muy transversal, manteniendo los ejes de desigualdad por género y clase, que han aumentado”.

Falta de medidas preventivas

A las viejas inseguridades, se le ha añadido la aparición de nuevas, relacionadas con la infección por COVID-19. Si bien, la autopercepción del riesgo a ser infectado o infectar ha sido general (más del 70% de las personas que han trabajado fuera de su domicilio lo ha hecho en algún momento sin las medidas de protección adecuada, con un dato mayor aún en el caso de las personas empleadas en las consideradas actividades esenciales, del 73,5%), ha sido especialmente alto entre celadores y camilleros (nueve de cada 10).

El estudio destaca también que un 13,1% de los trabajadores que han asistido a sus puestos de trabajo afirma haberlo hecho en algún momento con síntomas compatibles con la COVID-19, como fiebre, tos, dificultad respiratoria o malestar general. Este dato es superior, del 18%, entre los empleados con sueldos bajos.

Uno de cada tres (el 36,7%) trabajadores cree que su salud ha empeorado. Las mujeres (el 41,6% de ellas frente al 31,9% de los hombres) y los trabajadores con bajos salarios (más del 50%) tienen una percepción aún más negativa sobre la evolución de su salud durante la pandemia.

El estudio analiza este riesgo por ocupaciones de mala salud mental: las auxiliares de geriatría y gerocultoras (73%), las auxiliares de enfermería (72%), los trabajadores de supermercados y tiendas de productos básicos (68%) y limpiadoras (67%).

Salud mental

También se ha incrementado el consumo de fármacos, tanto analgésicos como tranquilizantes. Si bien las persona de más edad, consumen más fármacos, la población joven, especialmente, si hablamos de piscofármacos, muestra un incremento proporcional mayor. El 55,1% de las personas encuestadas manifestó “alto riesgo de mala salud mental”, cuando en 2016 era del 23,8%. El 21,5% de los trabajadores encuestados han consumido psicofármacos durante el último mes. Más de la mitad nuevos consumidores, aunque quienes ya los consumían han aumentado la dosis o se han pasado a un tratamiento más fuerte.

Salud laboral y salud pública

El secretario general de CCOO, Unai Sordo, ha afirmado que el estudio es de “máximo interés”, tiene gran “valor referencial”, por el número de personas encuestadas, y se revela como “una radiografía del tremendo impacto de la pandemia en la población trabajadora”, pero también es una muestra más del “vínculo entre la salud pública la salud laboral”. Según sus palabras, el informe debe servir para cambiar la percepción y el concepto de salud y prevención y  superar la cultura preventiva en el trabajo, que muchas veces se ha externalizado.

La salud pública no puede ser dual. Por supuesto que hay que fortalecer la salud pública pero no se atenderá adecuadamente si seguimos olvidándonos de su relación con la salud laboral, con las relaciones económicas y de poder que se dan las empresas, de su importancia para la mejora de nuestros ratios de salud”, ha dicho.

Especial interés mostró en reducir la inseguridad percibida en el estudio sobre el mantenimiento del salario y en el empeño sindical por disminuir la incertidumbre: “Lo que corresponde es tomar medida para acotar posibilidad de medidas devaluación, que es un riesgo cierto en la segunda mitad de este año”, en clara alusión a las reformas laborales del 2010 y 2012 que permiten la disminución salarial por decisión unilateral del empresario.

Aunque ha reconocido que el coronavirus ha superado las expectativas de todos, sobre lo que iba a pasar, lo cierto, es que ha afirmado que “la pandemia ha demostrado la deficiente práctica preventiva en las empresas” y que “la salud pública tampoco ha sabido dar respuesta ni en un primer momento ni en un segundo”.

 

 

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