Necesitamos aprender a no sentirnos huérfanos, a experimentar la cercanía de Dios, a pedirle su gracia para aprender a amar en la concreta situación de cada día, a las personas concretas hacia las que el Espíritu nos guía. Para aprender y sentir su paso por nuestra existencia
Necesitamos su gracia para descubrir la Vida posible cuando nos dejamos guiar por el amor creador del Espíritu. Bajo su impulso aprendemos el arte de vivir con Dios y para Dios, con los hermanos y hermanas, y para ellos.