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Sinodalidad, discernimiento, espiritualidad

16 febrero 2020 | Por

Sinodalidad, discernimiento, espiritualidad

Maite Valdivieso | Militante de la HOAC

«Pueblo de Dios en salida». Estas palabras del papa Francisco en Evangelii gaudium han ido orientando el proceso abierto con la convocatoria del Congreso de Laicos que se celebra este mes de febrero en Madrid, convocados por la Conferencia Episcopal Española.

Ha sido la música de fondo que ha marcado el ritmo de tantos momentos de encuentro, diálogo, reflexión, oración, celebración y discernimiento comunitario que se ha ido dando en multitud de espacios: parroquias, movimientos, asociaciones laicales, diócesis…, y que ha unido, en un mismo proceso, a personas de lugares y realidades muy diferentes. Una música que queremos seguir entonando y llevando a nuestros ambientes de vida y de compromiso, viviendo el sueño misionero de llegar a todas las personas.

Porque si algo ha estado claro desde la convocatoria de este Congreso, es que iniciábamos un proceso, donde tan importante como la meta lo es el propio camino. Se trataba de mirar hacia el futuro, de mirar y construir juntos.

Tres palabras están siendo clave: sinodalidad, discernimiento, espiritualidad. Palabras que transmiten dinamismo, apertura, escucha, diálogo, misión. Escucha y diálogo entre nosotros, con el mundo, en Iglesia.

Las páginas del Instrumentum Laboris que se ha hecho público y que recoge el trabajo realizado por los numerosos grupos y miles de personas, en el precongreso, reflejan todo esto con claridad. Desde toda esa vida compartida, desde las llamadas y retos que hemos ido señalando, es momento de dar un paso más y preguntarnos: ¿Qué actitudes convertir?, ¿qué procesos activar?, ¿qué proyectos proponer?

Conviene no perder de vista el horizonte que nos sitúa tanto el objetivo del congreso como en el proceso abierto: «Impulsar la conversión pastoral y misionera del laicado en el Pueblo de Dios, como signo e instrumento del anuncio del Evangelio de la esperanza y de la alegría, para acompañar a los hombres y mujeres en sus anhelos y necesidades, en su camino hacia una vida más plena».

De ahí que el propio documento se estructure desde los tres verbos de la etapa precongresual: Reconocer, interpretar, discernir. Destacamos algunos puntos e invitamos desde estas páginas a la lectura del Documento que tenemos disponible en la página web del Congreso. Retomar el trabajo realizado, ahora desde las conclusiones del Congreso, recoger las llamadas y retos descubiertos, dando a nuestro caminar un nuevo impulso. No olvidemos «la melodía».

Reconocer, con humildad, simpatía, coraje y lucidez. Reconocer luces y sombras, signos de esperanza y retos. Constatamos una mayor conciencia de nuestra identidad laical, destacamos la importancia de la comunidad, de crecer en corresponsabilidad. Nos alegra el impulso misionero de muchas comunidades, el convencimiento de que la propuesta del Evangelio es propuesta liberadora para nuestro mundo. Conscientes que este nuevo tiempo trae nuevas preguntas y retos que debemos abordar: el reconocimiento del papel de la mujer en la Iglesia, responder al clamor de los pobres y de la tierra, las migraciones, la era digital, la riqueza que aportan tantos jóvenes. No podemos mirar hacia otro lado.

Conscientes también de la debilidad de nuestras comunidades y la vivencia sacramental, del exceso de clericalismo, de la necesidad de profundizar en el significado de la vocación laical, de formación, de profundizar en las implicaciones sociales de la fe, de una mayor síntesis entre fe-vida, de contar con comunidades acogedoras, de crear sinergias, de abrirnos a los otros.

Son estímulo, llamada y reto, el compromiso de tantos laicos y laicas en la construcción de un mundo mejor, el papel de muchas entidades en la acción socio-caritativa, el reto de las migraciones. Preguntarnos cómo seguir proponiendo el Evangelio, avanzar en una pastoral de la cercanía, del encuentro. Cuidar las relaciones, el diálogo con el mundo, ayudar a descubrir a Dios presente en la historia.

Interpretar. Desde el convencimiento profundo que la vocación laical es don, respuesta agradecida al amor de Dios que llama a colaborar en su proyecto de Amor, vida entregada a los demás. Recordamos las palabras de Evangelii gaudium: «Yo soy una misión en esta tierra, y para eso estoy en este mundo» (nº 273).

Necesitamos profundizar en dicha vocación, reconocernos como enviados por la Iglesia, siendo «levadura y sal», en nuestros ambientes cotidianos: la familia, el trabajo, el barrio, el pueblo, la política, la economía, la educación, la cultura…, sabiendo de dificultades, miedos, incoherencias, con un mundo que va «demasiado rápido». Vivirnos corresponsables, siendo Iglesia samaritana, a la escucha. Necesitados de conversión, haciendo nuestro el modo de vida de Jesucristo, comunicándolo a los demás como Buena Noticia. La profundización en la Doctrina Social de la Iglesia en esto es clave.

Laicos y laicas que tratan de vivir con coherencia su vida, que viven su compromiso evangelizador, libres, creativos, a la escucha «de los signos de los tiempos», que cuidan el encuentro, que construyen fraternidad, expertos en humanidad. Un laicado que cuida la formación, la espiritualidad, que hace camino con otros, en comunidad.

Elegir. Recordamos las preguntas que debemos hacernos ¿Qué actitudes convertir? ¿Qué procesos activar? ¿Qué proyectos proponer? Que trataremos de responder en el contexto de los cuatro itinerarios que se abordan en el congreso: Primer anuncio, acompañamiento, procesos formativos y presencia en la vida Pública.

Proponer cauces para una conversión misionera, cuidar la espiritualidad. Contamos con instrumentos que constituyen una ayuda eficaz: la revisión de vida, la oración personal y comunitaria, los sacramentos, el proyecto persona de vida cristiana, por señalar algunos. Conversión personal y comunitaria, fortaleciendo el sentido de comunidad. Acompañarnos en este proceso hacia la santidad de la que nos habla el papa Francisco en Gaudete et exsultate, integrando formación y acción, cuidando unos de otros.

Vivir la corresponsabilidad, ser protagonistas en el seno de la Iglesia, implicarnos en sus estructuras, soñar y discernir nuevas formas de participación, mejorar las existentes, que sean verdadero reflejo de comunión, superando clericalismos.

Asumir un mayor compromiso en el mundo, presentando los valores del Evangelio en tantos espacios donde se niega la dignidad de las personas, cuidar a las familias, cuidar la casa común.

La publicación que recoge el Instrumentum Laboris tiene en la portada una mano que sostiene una bombilla, una luz que se ofrece. En los diferentes Boletines de Contenidos que se han ido difundiendo en este tiempo de preparación, siempre ha habido un faro. El material-cuestionario «Laicado en acción» nos ofrecía un paseo concurrido, una multitud de personas, caminando. Tres imágenes sugerentes. Imágenes que invitan a soñar, a imaginar, a salir. «Vivir el sueño misionero de llegar a todas las personas». Laicado en acción. Ahí vamos tarareando «Pueblo de Dios en salida».

faldon portada y sumario

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