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La hora de la Política

15 julio 2019 | Por

La hora de la Política

Después del largo ciclo electoral (precedido, no lo olvidemos, de años de bloqueo y de notable inoperancia de las instituciones políticas) debería ser la hora de la Política. La Política con mayúscula, aquella que busca el bien común, que pasa siempre por poner en primer lugar las necesidades y los derechos de los empobrecidos, que tiene como objetivo primero y fundamental que no haya excluidos. Eso pasa hoy no solo por «políticas sociales» sino, ante todo, por comenzar a liberarnos de la «idolatría del dinero», por un profundo cambio en la orientación de la economía. ¿Hay sujetos políticos con voluntad de afrontar este desafío?

Es hora de superar los tacticismos cortoplacistas para comenzar a abordar con seriedad las respuestas que como sociedad necesitamos dar a la desigualdad y la exclusión; y para afrontar con decisión problemas tan fundamentales como el trabajo digno, el cuidado del planeta, las condiciones dignas de vida para todos… Como repite el papa Francisco, las instituciones políticas tienen la obligación de «hacer todo lo posible a fin de que todos puedan tener la mínima base material y espiritual para ejercer su dignidad» (Discurso en la Asamblea General de la ONU, 25 de septiembre de 2015). Quien no esté dispuesto a esa labor –con hechos, no solo con palabras– es perfectamente inútil para la sociedad y no merece el respaldo de nadie.

La hora de la Política pide superar el inmediatismo, abriendo procesos de largo recorrido que puedan transformar realmente la sociedad. Procesos que nos abran a un futuro de mayor humanidad y justicia. Esto necesita de una nueva cultura política caracterizada por el diálogo y el encuentro pero, sobre todo, por la escucha que supere un partidismo enfermizo. La capacidad de escuchar a los otros es fundamental. No se trata de negar la diversidad de posturas (que puede ser una riqueza), ni de buscar la uniformidad (siempre estéril), sino de situarse de otra manera, desde el respeto y la voluntad sincera de acoger lo que puede aportar el otro. En una palabra: necesitamos mucha más humildad también en la vida política institucional.

Con frecuencia dirigentes políticos, tras cada elección, afirman haber entendido el mensaje de la sociedad, con la gran diversidad de la representación política. Pero sus comportamientos dicen más bien lo contrario: o no han entendido o lo disimulan muy bien. Parece que importan más los relatos que se construyen y transmiten a la sociedad para justificar las propias estrategias de partido que lo que realmente se hace. Es lo virtual sobre lo real, algo profundamente destructivo que necesitamos superar: lo real debe ser más importante que lo virtual.

La hora de la Política pide pasar de tratar a la ciudadanía como espectadores y objeto de la acción de las instituciones políticas a tratarla como sujeto con responsabilidades políticas, abrir también procesos de largo recorrido de participación y protagonismo de la sociedad. Lo cual reclama mucha mayor cercanía de los representantes políticos a la vida cotidiana del pueblo, pues «para comprender al pueblo, debes vivir con el pueblo. Y únicamente los que han vivido con el pueblo comprenden» (Francisco).

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