Seguir al Señor donde quiera que vaya, donde quiera que su Espíritu me lleve. Dejarme llevar, dejarme conducir y guiar. Seguirle fiados en su palabra, en su vida, en su amor. Seguirlo incluso en el fracaso, agradecido. No es fácil, no es lo que nos ofrece este mundo. Para eso hay que hacer limpieza. Abrir las ventanas de casa…