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Opinión | Día de la HOAC: por una cultura del encuentro y el trabajo

13 mayo 2019 | Por

Opinión | Día de la HOAC: por una cultura del encuentro y el trabajo

Teresa García | Responsable de Difusión de la HOAC.

La Hermandad Obrera de Acción Católica convoca el Día de la HOAC de 2019 con el lema ‘La cultura del encuentro para un trabajo digno en una sociedad decente’. Es un día que celebramos en las diócesis del país durante mayo y junio, donde nos encontramos militantes, simpatizantes, familias y amistades en espacios comunes, con acciones reivindicativas y lúdicas, compartiendo una manera de ser, estar y hacer que nos identifica como Iglesia en el mundo obrero y del trabajo.

Centramos esta celebración en el contexto de la campaña ‘Trabajo digno para una Sociedad decente’, un nexo que une todo nuestro quehacer, nuestra respuesta como movimiento de Acción Católica especializada, ante las dramáticas situaciones de injusticia que sufren las personas trabajadoras. En esta ocasión, una de las concreciones es una propuesta de reflexión, diálogo y acción que nos haga ver cómo esta sociedad se está construyendo sobre la base del bien individual y la máxima rentabilidad y cómo esto está devaluando la sagrada dignidad del ser humano y “deconstruyendo” a la persona, deshumanizándola ante dimensiones fundamentales y transcendentales de su existencia, como es el trabajo humano, la política, la familia y la economía, normalizando situaciones de discriminación e injusticias, asumiendo que “esto no puede cambiar” o “esto es así”.

Para que la sociedad sea decente, necesita que el trabajo contemple la sagrada dignidad de la persona y, a su vez, ese trabajo digno necesita de una sociedad que se organice para que todas las personas, sobre todo las más precarias y empobrecidas, puedan vivir con dignidad. Por todo ello, vemos urgente un necesario cambio de mentalidad y de la atmósfera cultural que nos envuelve, que nos orienta a vivir mirando hacia otro lado ante tanta injusticia y sufrimiento.

Cultura egoísta e individualista

Tenemos que ser conscientes de nuestra responsabilidad al dejarnos llevar por los hábitos y conductas consumistas que normalizan esta cultura egoísta e individualista. Somos parte de este sistema neoliberal, y por lo tanto responsables de la sociedad que vamos construyendo. La cultura nos condiciona, pero no nos determina. Podemos cambiarla, potenciando aquellos valores humanizadores que son presencia del Dios creador

Jesús de Nazaret irrumpió en su mundo rompiendo el orden establecido, desde una perspectiva de amor y comunión. Proclamó un cambio de mentalidad desde su pequeño mundo, con la gente que compartía su vida, sus acciones liberadoras y sanadoras. Como Iglesia tenemos un gran reto para ser Buena Noticia llamada a construir la vida, no desde la lógica y exigencias de la economía “del descarte”, sino desde la cultura del encuentro comunitario y solidario. También como Iglesia encarnada en el mundo obrero y del trabajo nos surge el reto de hacer posible un trabajo digno para una sociedad decente junto a otros proyectos que luchen por un mundo de fraternidad y justicia.

Nuestra manera de vivir, de ser, nuestra coherencia fe-vida como experiencia del Cristo Salvador nos alimenta y trasciende, haciendo creíble que un cambio de mentalidad y cultura es posible. Solo desde el amor-solidaridad podemos forzar el cambio. Solo desde una nueva mentalidad y cultura, desde el encuentro, será posible acoger al Dios de la Misericordia, de la Justicia, de la Gratuidad.

Recuperar el valor del trabajo humano

Para ello es fundamental recuperar el valor del trabajo humano, que no son empleos; generar una mentalidad en la que se reconozca el trabajo de los cuidados para las personas y la sociedad; extender la conciencia que no vale cualquier empleo, porque solo un empleo digno y con derechos puede ser camino de humanización. Una nueva cultura que fortalezca a las organizaciones de las trabajadoras y los trabajadores, restaurando las virtudes de solidaridad y fraternidad de la clase obrera.

Y conocemos situaciones en las que se empieza a dar el cambio: el acogimiento de una familia desahuciada; el reparto de una gratificación económica en la empresa; la vida en comunión de familias y comunidades; en el desarrollo de nuestra dimensión política por el bienestar del más débil; las experiencias de grupos de consumo responsable y solidario; la creación de espacios de encuentro, diálogo y acción compartida; las experiencias de trabajo cooperativo, de economía social; ser voz de Iglesia en la denuncia de las injusticias, en el trabajo, la política y la economía, en esta tarea llevan unos años la iniciativa Iglesia por el Trabajo Decente y la campaña mencionada de la HOAC.

El papa Francisco nos recuerda: “El Espíritu Santo obra como quiere, cuando quiere y donde quiere; nosotros nos entregamos pero sin pretender resultados llamativos. Solo sabemos que nuestra entrega es necesaria”. (Evangelii gaudium, 279).

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Tribuna publicada en Vida Nueva.

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