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Salir de la superficialidad política

22 abril 2019 | Por

Salir de la superficialidad política

En esta página editorial nos hemos referido en varias ocasiones a que los discursos de algunos partidos políticos, y los términos en que se suele plantear el debate político, sepultan bajo un enorme ruido y discursos altisonantes los verdaderos problemas y necesidades sociales, desviando la atención de ellos. Así, el debate político se sitúa en una gran y peligrosa superficialidad que lleva a respuestas simplistas que solo tocan la apariencia de una realidad fabricada artificialmente y nunca las raíces de los problemas reales de nuestra sociedad. Las convocatorias electorales de los dos próximos meses pueden servir para comenzar a salir de esa superficialidad o para instalarnos aún más en ella.

Pero esa superficialidad y los discursos que fabrican artificialmente la realidad ocultan otra cosa muy importante: qué intereses defiende realmente cada partido, a quién beneficia lo que dicen, proponen y hacen, a quién perjudica. Porque los grandes perdedores de esa superficialidad son los pobres. Pierde la posibilidad de hacer viable la vida digna de todos, sin excluidos. Pierde el bien común.

Tras los discursos altisonantes de algunos partidos y tras sus prácticas, lo que se enmascara, en la política real, es su defensa de políticas radicalmente neoliberales que son contrarias a la vida, que dificultan hacer frente al empobrecimiento, a las desigualdades, a la injusticia. Porque las políticas neoliberales lo sacrifican todo, incluidas las personas y las relaciones sociales, a la rentabilidad económica, generando así crecientes desigualdades y la negación práctica de una vida digna para todas y todos. El tipo de persona y de sociedad que resulta de esas políticas es profundamente inhumano y deshumanizador. En algunos casos, para más bochorno, esas políticas se revisten de supuestos principios cristianos, cuando son profundamente anticristianas.

El papa Francisco manifestó recientemente que «la política no es el mero arte de administrar el poder, los recursos o las crisis. La política no es mera búsqueda de eficacia, estrategia y acción organizada. La política es vocación de servicio, diaconía laical que promueve la amistad social para la generación de bien común. Solo de este modo la política colabora a que el pueblo se torne protagonista de su historia y así se evita que las así llamadas “clases dirigentes” crean que ellas son quienes pueden dirimirlo todo».

De ahí que necesitemos salir de esa superficialidad y de ese mundo de las apariencias, porque de lo contrario estaremos cada vez más atrapados en él o, como mucho, en un maquillaje superficial de las cosas y no iremos hacia las transformaciones profundas que necesitamos de nuestro modelo económico y social para avanzar en justicia y dignidad. Para ello es muy importante preguntarnos qué dicen en realidad las diversas propuestas políticas de cosas como estas: ¿dan alguna respuesta concreta y seria a las necesidades de los pobres?, porque lo primero debe ser siempre erradicar la pobreza, que no haya excluidos. ¿Cómo plantean luchar contra la precariedad laboral, defender el trabajo digno y los derechos sociales de personas y familias?, porque ambas cosas son decisivas para combatir la pobreza y hacer posible una vida digna. ¿Qué proponen para el cuidado de la Tierra, nuestra casa común, y de la familia humana que la habitamos?, porque somos para cuidar y cuidarnos, no para dominar y competir. ¿Qué dicen del modelo económico, qué proponen para cambiarlo?, ¿qué tipo de persona y de relaciones sociales defienden?, ¿qué dicen de la educación en ese sentido?, porque la economía dominante configura personas individualistas, consumistas, competitivas, rompe las relaciones sociales, y somos para colaborar, para la ayuda mutua, para cuidar la fragilidad. Sus propuestas, ¿tienden puentes o levantan muros y barreras?, ¿muestran alguna voluntad real de diálogo desde la diversidad o tienden a una uniformidad estéril?, porque somos para el encuentro y el diálogo, para caminar juntos desde la riqueza de la diversidad.

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