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Trovadores de Dios

06 febrero 2019 | Por

Trovadores de Dios

Fernando C. Díaz Abajo | Hay caminos que uno empieza a recorrer porque alguien que los ha recorrido antes te los pondera, te los indica y señala. Hay aventuras vitales que uno emprende, viajes existenciales, porque alguien que las ha emprendido antes las comparte y te enseña por dónde empezar el recorrido. Cristina Inogés hace eso con Tomas Merton: te lo presenta, te lo descubre, te lo señala e indica cómo puedes adentrarte en el encuentro con él que, a la vez, se va haciendo encuentro contigo mismo. Creo que no se podría leer a Merton de otra manera.

No había leído nada de Merton salvo alguna cita aislada y deshilachada antes de encontrarme con esta sinfonía. Ahora sé que leer a Merton es algo que tengo que hacer; que quiero hacer. El libro ha cumplido su objetivo, y lo ha hecho porque se lee del tirón y engancha, como esos senderos del bosque por los que pasaría uno varias veces, por los paisajes que se adivinan desde ellos, a los que te conducen.

Dice Julio García Caparrós en el prólogo, que por sí mismo merece lectura aparte y reposada, que –como sugería Oscar Wilde– mucho más atractivo que tener una historia es tener un pasado. Y Tom Merton lo tuvo. Pero solo cuando se tiene pasado, cuando se ha hecho propio, cuando se ha asumido como parte de la vida vivida, se convierte en camino de vida por vivir y en futuro esperanzado. Dice también que los hombres y mujeres interesantes suelen ser aquellas personas que han vivido varias vidas en una sola.

A todas esas vidas de Tom Merton, nos acerca respetuosamente pero con la confianza de la intimidad, Cristina. Y lo hace de un modo en que el encuentro con Merton se transforma necesariamente en diálogo con el lector, en interpelación, en recuerdo de las propias vidas vividas y en búsqueda de las vidas por vivir. Seguramente a quienes lo leáis, os pasará como a mí: en algunas de esas vidas, o en todas, yo veo reflejadas partes de las mías, y me siento reconocido en historias vitales concretas, en las mismas búsquedas, aunque quizá respondidas de modo diferente, en los mismos encuentros y pasiones, en parecidos rostros femeninos.

Y, sobre todo, reconocido, e invitado a recordar, a agradecer, y a dejarme proponer, caminos de esa búsqueda espiritual que personalmente estamos llamados a hacer cada quien en nuestra (o nuestras) historia. Cristina Inogés ofrece una cata, para saborear, para quedarse con ganas de más, de ir a beber a las fuentes primeras. Y lo hace desde una perspectiva novedosa en una propuesta de acercamiento espiritual: las mujeres de la vida de Merton; la sinfonía femenina (incompleta) que en tiempos de confusión como estos nos invita a redescubrir el amor y el encuentro interpersonal como un plus de la experiencia espiritual. Merton tiene la virtualidad –y Cristina la presenta con sencillez, llevándote de la mano– de que aunque aparentemente parezca que se aleja del mundo en la abadía trapense de Getsemaní, ofrece un itinerario espiritual para el hombre y la mujer de hoy, en medio de las vicisitudes de la existencia cotidiana; en medio de las alegrías y las penas, de los trabajos y las luchas, de cada persona que quiera dejarse herir por el amor y ser (en el fondo lo somos si nos dejamos) buscadores-trovadores de Dios.

Es una acertada invitación al diálogo subtitular cada capítulo con un hashtag, con una etiqueta que te orienta al diálogo en las redes sociales.

La sinfonía femenina (incompleta) de Thomas Merton
María Cristina Inogés Sanz
2018, PPC. 142 págs.

faldon portada y sumario

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