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Osma-Soria | Eugenia Esteras Portero, una militante histórica

29 enero 2019 | Por

Osma-Soria | Eugenia Esteras Portero, una militante histórica

Martín Zamora | Consiliario diocesano de HOAC de Osma-Soria

En la Diócesis de Osma-Soria, la HOAC hemos vivido la marcha, a la casa de nuestro Padre-Dios, de una mujer que ha vivido intensamente la militancia de base en su querida Barriada de Yagüe de la ciudad de Soria. Ella no era soriana de nacimiento, pues nació en Embid de Ariza, provincia de Zaragoza. Una tierra limítrofe con la provincia de Soria a quienes nosotros les llamamos “rayanos” por eso de los límites. Nació en el año 1921 de una familia muy humilde y sus padres eran trabajadores de la finca del señor. En su juventud se casó con Venancio que se dedicaba al pastoreo de las ovejas. Por medio de una prima que les animó a emigrar a la ciudad y aquí se instalaron con una mano adelante y otra detrás, como se suele decir. Por entonces, el ayuntamiento convocaba plazas de bomberos y allí se presenta Venancio que aprobó a la primera.

Eugenia, mujer abierta y emprendedora, enseguida se integró en este Barrio lleno de pobreza y carencias: sin calles asfaltadas, sin farolas en la calle. Ellos participaban en su Parroquia de San José y comenzaron a conocer gente un tanto marginada, por razones políticas, pero gente muy dinámica y deseosas de hacer algo por su barrio tan olvidado. Así crearon la primera Asociación de vecinos de la ciudad de Soria, que todavía existe y que fue cauce para exigir un trato de igualdad con el resto de la ciudad.

En cuanto a su vinculación con la HOAC, también fue, junto con Goyo y otros, los que tomaron contacto con Arnedo de La Rioja. Se organizó un cursillo de iniciación y entraron juntos, ella y su “maridico” Venancio, que así lo nombraba ella cariñosamente. Entonces funcionaban separadas las dos ramas de HOAC, hombres por un lado y mujeres por otro. Eugenia nos contaba una anécdota con mucha gracia: Ellos se presentaron a una Asamblea Nacional y al ver que solo había mujeres, ella se levantó y dijo a todas: yo he venido aquí con mi marido Venancio, si no podemos estar juntos en esta reunión, nosotros nos vamos a nuestra casa. Se levantaron también otras mujeres apoyando el parecer de Eugenia y ya, en adelante, hombres y mujeres se juntaron y formaron la HOAC mixta, la que hoy conocemos.

La casa de Eugenia era una casa abierta a todos, acogedora de toda clase de gentes. Venían a visitar a presos de ETA en la cárcel y no tenían dónde hospedarse, por razones políticas, y ella los acogía en su casa. Junto con otro sacerdote, muy preparado en lo social, que llamaba Ambrosio, consiliario diocesano de HOAC, dieron inicio también a los hoy llamamos Centros de Cultura popular que desempeñaron un gran papel  alfabetizando a muchas mujeres en la posguerra. Su casa sufrió unos cuantos registros de la Policía porque le acusaban de cobijar a gente del Partido Comunista. Nunca encontraron nada que le pudiese complicar y sí que encontraron muchos libros de la Editorial ZYX, que ella vendía en la calle del Collado la principal de Soria y que tenían unos precios muy populares y que se dirigían a la formación de la gente. En su casa hemos tenido muchas reuniones de equipo y hemos celebrado muchas Eucaristías, sobre todo los curas jóvenes del primer año de ministerio que convivíamos y nos integrábamos en los equipos de HOAC, como uno más en la reunión semanal.

No tuvieron hijos pero si tienen muchos sobrinos, a los que amaron con pasión, y muchos hijos espirituales, que le debemos mucho de nuestra formación del primer año de ministerio. Eugenia supo conciliar muy bien su vida familiar y su compromiso apostólico y social, al que se entregó en cuerpo y alma durante muchos años. Una vez retirada de la vida activa, vivió fraternalmente con sus cuñadas y cuñados en un piso de Zaragoza, apoyados por sus sobrinos que les cuidaron con cariño hasta que un cinco de enero del 2019 le llegó su hora de la marcha a la casa del Padre, donde nos espera. Eugenia y Venancio descansad en paz “vuestras buenas obras os acompañan”.

Su huella de militantes valientes permanece en Soria y por ello le damos gracias a Dios, nuestro Padre, porque sus vidas han sido un regalo para nosotros, que hemos convivido con ellos.

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