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Dando voz a la memoria

28 enero 2019 | Por

Dando voz a la memoria

Javier Sebastián, militante de la HOAC | El alcalde de Monóvar (Alicante), Natxo Vidal, vinculado a la Acción Católica desde siempre, y ahora incorporado a la dinámica hoacista, pensó en invitar a la cantante Rozalén para reconocer agravios injustos y cerrar las divisiones del pasado.

Sabemos de la sensibilidad de Rozalén con causas de solidarias y sus muchos compromisos, en concreto, también hacia la tarea de recuperación de la Memoria Histórica. Ahí está su canción Justo, dedicada a la memoria de tu tío-abuelo.

El municipio de Monóvar (y otros que están formando alianzas en esta comarca) es una referencia en estas luchas y reivindicaciones: desde el aeródromo de El Hondón partieron al exilio los últimos representantes legítimos del Gobierno de la II República, así como otros destacados dirigentes (Juan Negrín, Dolores Ibárruri, Enrique Líster, Rafael Alberti o María Teresa León, entre otros…).

Sabemos de los esfuerzos y el compromiso del Ayuntamiento de Monóvar (desde su Concejalía para la Recuperación de la Memoria Histórica) por cuidar esta herencia, para «promover la cultura democrática, reconocer y reparar los agravios ocasionados injustamente a muchas familias o acabar con los elementos que generan división, aún hoy, por ser representativos de un período oscuro de nuestra historia».

Así que para hacer realidad la idea había que contactar con la Asociación de Cantautores «La Explanada» de Alicante, que mantiene lazos entrañables con la cantautora manchega, e insistir, enviar misivas (poco más, por fortuna, Rozalén cuenta con amigos preciosos por estas tierras). La perseverancia y el poder de convicción de Manolo Copé, músico y miembro de la HOAC, hicieron el resto.

En un tiempo récord «se alinean los planetas y se amontonan las providencias»: concierto de Rozalén en Elda para el 8 de noviembre…: ¡Era la oportunidad perfecta para insistir, era ahora o nunca!, ¡menuda agenda lleva la de Letur! (y en vísperas de los Grammy, con su firme candidatura, desbordada de compromisos). Aprovechando su visita a Elda, ¿sería posible la «carambola», alguna actividad en la vecina Monóvar?

Pues lo fue, ¡vaya que sí!: el cariño y sensibilidad con los que esta mujer apretó sus tiempos y agenda dicen mucho, de ella y de su equipazo (también de la gestión municipal, que ideó un formato sencillo de acto abierto pero especialmente dirigido a la ciudadanía del futuro).

María Rozalén se prestó a un encuentro entrañable y emocionado, compartiendo tertulia y cartel con Manolo Copé, juntos en el Teatro Principal de la ciudad, abarrotado de gente joven («porque os corresponde a vosotros, mujeres y hombres del futuro –que es mañana– darle una mano de pintura al mundo, que ya va siendo hora», les dijo el alcalde en la presentación del acto.

La historia de Justo alumbró un tema de la cantante, «una canción para la dignidad, porque nos parece necesario e imprescindible recuperar la dignidad de todas las personas que, a lo largo de algunas décadas, no han existido o han existido solo en una especie de oscuridad doméstica, una oscuridad secreta y silenciosa, como todas. Su memoria, la memoria de todos y de todas: porque es complicadísimo cerrar el dolor ante la falta de un desaparecido y mirar al futuro, o porque –por decirlo con palabras de la misma Rozalén– si no sabemos de dónde venimos, ¡dime tú cómo vamos a saber a dónde vamos!».

Y María contó acerca de su abuela y de esas conversaciones anchas, sinceras, sanadoras, en las que nombraba a aquel hermano, Justo, «sastre y leñador de profesión, de la quinta del biberón» (uno más entre los más jóvenes de su generación, que marcharon a matarse al frente, ¡con la misma edad que aquellos chavales que la escuchaban en el teatro con atención!); Justo, tío-abuelo de Rozalén, «el que un buen día subió a un camión camino de la guerra y nunca más regresó», y cuyos restos aparecieron en una fosa en Arganda del Rey hace ahora algo más de dos años (gracias al trabajo de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica).

La «psicóloga» Rozalén nos contó acerca de esa experiencia «de casa, familiar, en piel de su abuela», de que «si no cura la herida, duele, supura, no guarda paz» –como canta el estribillo de su famosa canción–, la necesidad de cerrar duelos y «nombrarlos» para que encuentren calma y sosiego… «Lo que ocurre con los desaparecidos es que hay fases del duelo que nunca se cierran, es un dolor que permanece y ¡encima te queda el agarrarte a tontas esperanzas!: es necesaria esa memoria para descansar».

Desde la Asociación de Cantautores de Alicante, Manolo dio testimonio del empeño del colectivo por trabajar para que «no se pierda la memoria, porque un pueblo sin memoria no tiene futuro… un pueblo que no ha sido capaz de curar sus heridas no puede seguir adelante».

Por eso reivindicó esa urgencia de que «se cante desde la normalidad de lo cotidiano, de lo vivido, para que cure lo que aún no ha sido reconciliado: la música ha de ser capaz de transmitir contando historias para curar, que alienten la terca esperanza de que es posible construir una sociedad en la que podamos entendernos aunque pensemos diferente… En esta sociedad con capítulos aún por cerrar, cantar la vida ayuda a recomponer y a reconstruir…».

El resto de la jornada multiplicó lo sorprendente: porque además, ese 8 de noviembre, día del concierto en Elda, era el primer aniversario del asesinato machista ocurrido en las mismas puertas del CEIP «Santo Negro» de esa ciudad… y la implicación y compromiso militante de Rozalén también tuvo su reflejo en la jornada… pero esto es capítulo aparte.

A nosotros nos tocó disfrutar de lo vivido, detalles de conversación, mesa y mantel compartidos, donde lo espectacular resultaba la «normalidad» y sencillez de una mujer impresionante, María Rozalén, con alergia al divismo y con los pies en la tierra, cercana a las causas y compromisos que nos recuerdan con urgencia que, como prioridad innegociable, «la persona ha de ser lo primero». Agradecidos de corazón a Natxo, a Manolo y a la inmensa María Rozalén.

 

 

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