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Trabajar menos y mejor

24 septiembre 2018 | Por

Trabajar menos y mejor

Araceli Caballero | En determinados conflictos con efectos colaterales en el medio ambiente y el empleo se argumenta a menudo que la economía verde destruye puestos de trabajo, pero está ampliamente acreditado lo contrario.

La agricultura ecológica emplea más personas que la industrial, del mismo modo que el reciclaje necesita más trabajadores que la incineración de residuos, y no digamos que el vertido. Sirvan como ejemplos. Más bien el problema es precisamente ese: necesita más mano de obra, lo que significa más capacidad de reparto de beneficios, pero menor poder de acumulación.

Si nos fijamos en el terreno laboral, basta echar una ojeada al panorama actual para ver lo «rentable» que resulta la economía no sostenible. Los contratos de un día han crecido un 102% desde 2008 y el 77% de los nuevos empleos fueron temporales en 2015. Eso explica que se haya acuñado el término precariado para nombrar la situación de quienes, incluso teniendo un empleo, están en riesgo de exclusión social. Según de la OCDE, España ocupa el penúltimo lugar de 34 países en el «Índice de calidad en el empleo», perdiendo 10 posiciones desde 2012.

Parece lógica –y obligada– la pregunta de por qué no nos pasamos a toda velocidad a una economía sostenible. La respuesta es clara: no tiene sentido en un sistema regido la acumulación de riqueza a base de disminuir costes y maximizar beneficios. Privados, claro está, porque desde el punto de vista del bien común ocurre exactamente al revés. Los beneficios ambientales y humanos son enormes.

Luís González Reyes lo explica muy bien: «Para conseguir sostener sus beneficios, cada capitalista tiene que aumentar constantemente su productividad. Cambiar unas fuentes energéticas que requieren pocos empleos por otras que necesitan más, va en contra del funcionamiento “natural” del capitalismo».[1] Hay mucha gente comprometida con una economía social y sostenible, fomentando, por ejemplo, la agricultura ecológica o las energías limpias, pero, según González Reyes, «todo parece indicar que la economía sostenible puede existir en el capitalismo mientras signifique un porcentaje relativamente pequeño de la actividad. (…) un mundo sostenible tendrá que ser un mundo no capitalista».

En una economía sostenible viviríamos mucho mejor y, además, resulta que es más productiva. La OCDE señala que, entre 1990 y 2012, los países donde más disminuyeron las horas de trabajo resultaron ser más productivos. En España trabajamos 280 horas más al año de media que en Alemania, y las diferencias de productividad son conocidas, y a favor de quién. ¿Por qué si vivir mejor es más eficaz caminamos –corremos– en sentido contrario? El empeoramiento de las condiciones de trabajo que las sucesivas reformas laborales han ido atornillando son un instrumento de control social, vía miedo, ese eficaz paralizante. Trabajar por un mundo más sostenible, también en este terreno, es construir una sociedad más justa y más democrática. Es construir ciudadanía. Por eso exige compromiso ciudadano.

[1] «¿Qué implica que la economía sostenible genere más empleo que la sucia?» www.bit.ly/EconomiaSostenible

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