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Acompañar a las personas, para humanizar la vida

11 julio 2018 | Por

Acompañar a las personas, para humanizar la vida

José García Caro | Acompañar la vida de las personas es una de las notas de una «Iglesia en salida». Jesús mismo, se nos ofrece como modelo de este acompañamiento. Así nos lo presenta el evangelista Marcos en los capítulos cinco y seis de su Evangelio y que leeremos a lo largo del mes de julio. Veamos algunas de sus orientaciones:

Jesús busca a la gente, participa de su vida y les acompaña en sus necesidades, como es el caso de un padre angustiado que busca la curación de su hijita a punto de morir o el de una mujer que busca remedio a su enfermedad incurable. En ambas personas, Jesús ve a los pobres, olvidados por el poder político, y excluidos, por una religión que, sin dar respuesta a sus problemas, les margina. Jesús, ofrece vida plenamente humana, porque hace a las personas protagonistas hasta de su misma recuperación: «Tu fe te ha salvado». «Niña, levántate» (Mc 5, 21-43).

Jesús, no hace nada sin contar con la gente. Jesús se ha «abajado» tanto, se ha hecho tan igual a todos, es tan extraordinariamente humano, que sus paisanos no se fían de él, y se perdieron la oportunidad de descubrir en Él la manera más humana y plena de vivir. «El carpintero», «el hijo de María» (Mc 6, 1-6), no acompaña con aires de grandeza y poderes aplastantes. El Dios que Él encarna no humilla ni se impone. Quiere tanto a todos, que los quiere libres. Por eso, Jesús, humaniza.

Jesús mira a todos y a todas desde la compasión. No puede ver a las personas sufrir sin sentirse implicarse con ellas. Siente compasión de los enfermos, excluidos, viudas, prostitutas, niños que viven a su suerte… Le duele ver que viven como «ovejas sin pastor» (Mc 6, 30-34): débiles, hombres y mujeres, a quienes nadie conforta, enfermos y enfermas que nadie cura, maltratados y maltratadas que nadie defiende, desorientados y desorientadas que nadie acompaña, perdidos y perdidas que nadie busca. No se puede humanizar desde la distancia y la indiferencia.

Jesús cuenta con otros, contigo y conmigo, para humanizar la vida, para luchar contra los espíritus inmundos. Esto es, Él nos capacita para combatir lo que hace desgraciadas a las personas; para liberarles del mal y de la injusticia y de las fuerzas y mecanismos que esclavizan y oprimen, excluyen y deshumanizan; para dignificar y humanizar con una vida nueva. Y ello, sin llevar ni pan, ni alforja, ni dinero… solo un bastón y unas sandalias. La humanización no la harán los ricos, los poderosos y los sabios, sino gente que sabe vivir con pocas cosas, porque lo esencial es la fraternidad (Mc 6, 7-13).

Jesús sabe descansar y festejar cada pasito en el proceso de humanización. El descanso es mucho más que interrumpir el trabajo, olvidarse de la rutina penosa, superar por unas horas o unos días la tensión, el desgaste y la fatiga acumulada. El descanso supone cargar la vida de un contenido nuevo; nos recuerda el sentido pleno de la vida, del trabajo y de la lucha; potencia nuestra convicción de que «el trabajo es para el hombre y no el hombre para el trabajo». Por todo ello nos viene bien oír a Jesús: «Venid a un sitio tranquilo a descansar» (Mc. 6, 30-34).

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