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Peligros y oportunidades en la era de la posverdad

23 abril 2018 | Por

Peligros y oportunidades en la era de la posverdad

Josetxo Vera | Oficina de Información de la CEE. Doctor en Comunicación Pública.

Unas cuantas expresiones en inglés se están poniendo de moda entre los periodistas y son presentadas como los nuevos enemigos de la profesión: los bubble filters, las echo chambers o las fake news están poniendo contra las cuerdas la esencia del periodismo: el acceso a la verdad.

Hemos pasado de una verdad sólida, indisputable e incuestionable a la desaparición de la verdad, empantanada y ahogada en lo que se llamó la dictadura del relativismo. Ese tiempo ha sido sepultado por otro nuevo al que se ha llamado la era de la posverdad: las opiniones ya no son todas aceptables, ahora triunfa una por encima de todas, la posverdad. En este tiempo, las expresiones en inglés, sin darse a conocer en demasía, configuran y consolidan nuevas acciones y nuevas decisiones.

Este es el marco en el que trabaja la Secretaría para la Comunicación de la Santa Sede, que a finales de enero, presentó a los delegados de Medios de las diócesis españolas su nuevo organigrama de comunicación, con el objetivo de llegar a más con una estructura adecuada a los nuevos formatos y a los nuevos retos informativos. El trabajo coordinado busca salir más rápido no solo para defender la verdad sino para proponerla de modo más consistente.

Estamos ante la nueva batalla del periodismo clásico, que ahora afecta también a las instituciones y a su comunicación institucional. Ese periodismo que simplemente trabaja para poner en relación a las personas con la verdad de lo que ocurre. De eso trata esta profesión, para eso existe, es su razón de ser: servir al hombre, acercándole a la verdad y permitiéndole ser libre, y servir a la verdad dándola a conocer. Por eso, cuando no hay verdad no hay periodismo, ni tampoco libertad, ni humanidad, ni futuro, ni esperanza.

Los obispos de la Comisión de Medios de la CEE hablaron el año pasado de esta necesidad: «El llamamiento que nos corresponde es el de permanecer en el terreno firme de la verdad. Un terreno en el que cada avance de la sociedad se suma a los anteriores y conduce a los siguientes. Vivir al tiempo en que las aportaciones de los antepasados mejoran a los contemporáneos y juntos ayudan a preparar un futuro mejor para los que vienen detrás (…). En el terreno de la verdad brotan y florecen todas las grandes realidades necesarias para el desarrollo de la humanidad: el amor, el conocimiento, el progreso, la alegría, la esperanza, la confianza. Nada de ello hay en la mentira o en el ocultamiento de la verdad. Estamos a tiempo de permanecer en la verdad como motor imprescindible de la humanidad».

Contra esa verdad, que pone en relación la realidad y la persona, la posverdad se puede definir como la adecuación de la persona a la opinión mayoritaria, a lo socialmente correcto, que es mudable, efímero y fugaz, y, por definición, independiente de la realidad. En este mundo de la posverdad flotan esos tres enemigos a los que aludíamos al principio.

El más conocido es el de las fake news. No es un fenómeno nuevo, pero ha cogido relevancia en estos dos últimos años. El papa Francisco dice que la primera fake new es la de la serpiente, en el pecado original: la confusión entre verdad y mentira. Esa confusión tiene una lógica que la hace apetecible, simpática, interesante y, por todo ello, viral. El antídoto, señalaba Lucio Adrián, de la Secretaría para la Comunicación, a los delegados de Medios, es la práctica de la profesión, con su rigor y sus criterios propios (contrastar fuentes, comprobar datos, rectificar…), el conocimiento y la confrontación con el otro en el diálogo.

El segundo enemigo de la verdad periodística en el actual contexto es el de los bubble filter, los filtros burbuja, que crean los algoritmos de las fuentes de información más importantes que existen en el mundo: los buscadores y las redes sociales. Tanto Google como Facebook, Twitter, Instragam o incluso las ofertas televisivas de plataformas como Netflix ofrecen a sus usuarios resultados a sus búsquedas que son coherentes con lo que sus algoritmos han definido que está en su ámbito de interés.

No nos ofrecen respuestas de lo que hay en el mundo, sino respuestas que a nosotros nos van a gustar o interesar. Cuando habíamos empezado a pensar en internet como la solución a los filtros que establecen los poderes económicos e ideológicos a la difusión de noticias en los medios, resulta que internet se ha convertido en un filtro más perfecto, más rotundo, y por tanto más limitador.

Esto lleva al tercer enemigo, las echo chamber, las cámaras de eco. Es la aplicación de los filtros burbuja a las ideas. Hay ideas que alcanzan una relevancia social porque resuenan de grupo en grupo de manera desproporcionada a su interés o a su valor. Esto ocurre porque se difunden en una cámara virtual en la que interactúan de manera muy persistente unos pocos elementos que hacen resonar las mismas ideas en ese grupo de Facebook, de Whatsapp, grupo de Twitter, etc.

Ante estos tres peligros conviene apuntar dos soluciones. En primer lugar animar y exigir un periodismo profesional, comprometido con la verdad, aferrado a la deontología profesional. Esto lo podemos hacer todos los ciudadanos, porque los periodistas están a nuestro servicio, para permitirnos ese derecho universal al conocimiento de la verdad, a informar y a ser informados. La segunda solución también está en manos de los ciudadanos y es su responsabilidad. Hay que romper los filtros burbuja y salir de las cámaras de eco. Debemos buscar información en fuentes alejadas de nuestra forma de pensar, seguir a personas que no piensan lo mismo que nosotros, consultar medios de comunicación opuestos a nuestros intereses. Hacer expreso en internet nuestro deseo de conocer lo que dicen los demás, porque el riesgo verdadero es que internet solo nos diga lo que nosotros queremos escuchar.

Los peligros son fuertes pero las soluciones están en nuestra mano, si seguimos en peligro la responsabilidad es nuestra.

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