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Devolvamos la dignidad al trabajo, a la persona

19 enero 2017 | Por

Devolvamos la dignidad al trabajo, a la persona

Manolo Copé | Coordinador del Movimiento de Trabajadores Cristianos de Europa (MTCE) y militante de la HOAC.


«Es hora de favorecer las políticas de empleo, pero es necesario, sobre todo, volver a dar dignidad al trabajo, garantizando también las condiciones adecuadas para su desarrollo»

—Papa Francisco. Discurso en el Parlamento Europeo, 2014.

 

Estamos viviendo una época de profundas transformaciones en el mundo obrero y del trabajo. Cambios que nos están acarreando un gran sufrimiento y desorientación. Muchos de nuestros compañeros y compañeras los están padeciendo de forma resignada, dejándose llevar por ellos. Los trabajadores cristianos de Europa y de todo el mundo, creemos que, como Iglesia encarnada en la realidad del mundo obrero y del trabajo, no podemos mirar hacia otro lado. Debemos afrontar estos cambios con la voluntad de construir una vida personal y social más humana y fraterna.

Una de las mayores transformaciones que se están produciendo es la manera de entender y organizar el trabajo humano. Por ello, mientras la Iglesia, junto a organismos y organizaciones internacionales, especialmente sindicales, venimos reclamando desde hace años un trabajo decente, nos encontramos y vivimos que el trabajo es cada vez es más indecente, bien porque no se tiene, o porque se está transformando en un trabajo precario, en trabajo indecente que no nos permite vivir con dignidad.

Ante esta realidad, tenemos que profundizar en lo que nos está pasando, a la persona, al trabajo y a la sociedad desde la realidad que se está configurando. Y queremos hacerlo porque, desde nuestra experiencia de Jesucristo que es camino de humanización y de realización plena, vemos que el trabajo humano y la realidad social en que se desarrolla, no responden a lo que Dios quiere para nosotros. ¿Podemos ser la Iglesia indiferente ante esta realidad? Si lo fuéramos no seríamos la Iglesia de Jesucristo. Porque para la Iglesia la persona es el camino primero y fundamental y, por tanto, no podemos permanecer callados y pasivos cuando las condiciones sociales dificultan que el ser humano pueda vivir con arreglo a su dignidad de hijo de Dios.

En el trabajo y en las condiciones en las que hoy se realiza nos jugamos la dignidad de la persona. Es urgente y necesario, por fidelidad a lo que somos, trabajar con tesón, y siempre que sea posible junto con otros grupos y organizaciones, en la reivindicación de un trabajo digno para todos y todas y en la construcción de propuestas y prácticas que vayan en esa dirección.

Para nuestras entidades (movimientos de trabajadores cristianos, pero también para toda la Iglesia), promover y crear un entorno propicio al trabajo decente es esencial para enfrentar los desafíos actuales de creciente injusticia social y desigualdad, reforzando al mismo tiempo la dignidad hum ana y contribuyendo al bien común. No podemos dejar sin respuesta el sufrimiento humano resultante tanto de estructuras injustas como del egoísmo de las personas que da lugar a formas de trabajo precario o mal remunerado, del tráfico de seres humanos y de trabajo forzado, de variadas formas de desempleo juvenil y de migración forzada.

Es poco probable que cambiemos algo a nivel macroeconómico, en términos técnicos, pero debemos influir en ese cambio. Los cambios técnicos les corresponden a sindicatos, partidos, instituciones, …. pero en el cambio de la cultura sí es posible nuestra acción firme y decidida.

Tenemos tarea, acompañando la vida de las personas en sus ambientes (familiar, eclesial, social y laboral) y colaborando:

– A que se den las condiciones para que podamos vivir nuestra humanidad de manera plena.

– A un cambio de mentalidad y de la atmósfera cultural que nos envuelve y condiciona. Hace falta otra comprensión vital de en qué consiste nuestra humanidad y cómo se construye.

– Al cambio de las instituciones para que estén mucho más al servicio de las necesidades de las personas y para animar y renovar el tejido social.

– A construir y dar visibilidad a experiencias alternativas en la forma de ser y trabajar (en el uso de los bienes, en las formas de trabajo, en la vida política, en la solidaridad con los empobrecidos, etc.), también, hay que ir construyendo experiencias cotidianas y sencillas de otra manera de vivir y de otras prácticas personales y comunitarias.

En España, en Europa y en todo el mundo, el acceso a un trabajo decente debe ser una meta prioritaria de las políticas públicas y de las organizaciones sociales, empresariales y sindicales porque la creación de trabajo digno será el botón de muestra de la dignidad que le damos al trabajo y, en definitiva, de la dignidad que todas y todos tenemos como hijas e hijos de Dios.

Quiero acabar con la oración del Papa al finalizar el encuentro que mantuvo con los trabajadores en Cagliari: «Señor Dios, míranos. Mira esta ciudad, esta isla. Mira a nuestras familias. Señor, a Ti no te faltó el trabajo, fuiste carpintero, eras feliz. Señor, nos falta el trabajo. Los ídolos quieren robarnos la dignidad. Los sistemas injustos quieren robarnos la esperanza. Señor, no nos dejes solos. Ayúdanos a ayudarnos entre nosotros; que olvidemos un poco el egoísmo y sintamos en el corazón el “nosotros”, nosotros pueblo que quiere ir adelante. Señor Jesús, a Ti no te faltó el trabajo, danos trabajo y enséñanos a luchar por el trabajo y bendícenos a todos nosotros.»

Artículo publicado en Justice, Paix & Intégrité de la Créación (FR)

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