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Ciudadano peligroso

11 noviembre 2016 | Por

Ciudadano peligroso

Iñaki Lancelot | Nuestro director más reseñado, el único al que hemos dedicado cinco artículos, regresa dos años después de que se anunciara su jubilación, felizmente postergada. Trae bajo el brazo su segunda Palma de Oro a la mejor película en el Festival de Cannes, basada en un guión de Paul Laverty, como doce de sus últimos trece films, cosecha de veinte años de trabajo en común. Dos décadas de un punto de vista y una voluntad enfrentados al mensaje único y superficial.

A Paul también le hemos seguido a través de las tres últimas películas de Icíar Bollaín, como la reciente «El olivo». En esta ocasión, su argumento nos sitúa frente a los derechos sociales de una ciudadanía de la que el Estado, autodenominado liberal, se defiende como gato panza arriba.

Daniel Blake es un empleado modélico, de los de antes. De aquellos que nunca enfermaron, ni llegaron tarde a su trabajo ni un solo día. Que después de un accidente laboral, quisiera reincorporarse, pero razones médicas lo impiden.

Y allí se acaba la lógica. No la de la obra, sino la del mundo en que vivimos, fielmente retratado. Comienzan los talleres para parados que si no cursa, le supondrán el desahucio. Cursillos que preparan para puestos inexistentes, pero cubren la necesidad del organismo público que así acredita exigir algo al parado a cambio de su prestación.

Presenciamos, también, la fiscalización que sufre el ciudadano, quien ha de demostrar que busca trabajo, aunque el servicio sanitario le conmina a no ejercerlo por el bien de su salud. Información esta que aporta el dúo Laverty-Loach de gran interés antes de caer en la sobreestimación de determinados modelos económicos occidentales. Pues está contada con la veracidad y el brío de quien conoce los hechos en primera persona.

La coprotagonista ilustra las dificultades especialmente intensas para las familias de un solo cónyuge, el vaciado del centro de las ciudades por la especulación inmobiliaria, que aboca a vivir lejos del lugar donde se disponen los servicios comunes… Es decir, «I Daniel Blake» ahonda en las contradicciones de nuestro sistema, en las víctimas que crea y en la terquedad con que se ceba en estas.

Describe con especial esmero la maquinaria creada en centros de atención kafkianos, con vigilantes bien formados para defender la posición y expulsar al peticionario. Causa a la que contribuyen como pocas los teléfonos de atención a los que uno puede llamar sin que le conteste jamás una voz humana y la utilidad de internet como herramienta para quitarse de en medio a quienes por la razón que sea no les resulte fácil comunicarse a través de un teclado y una pantalla.

Finalmente, la obra conmueve con su viaje a la fila del banco de alimentos y al acercarnos al vacío que sufre el cuidador de un dependiente una vez que este desaparece. Pero, santo y seña del cine de Loach, el que le convierte en un director fundamental, enfatiza la contribución de todos, incluyendo los más concienciados, en la situación descrita y aboga por la solución común. Este es Loach y su mensaje. La solución no puede ser individual. Pasa por la toma de conciencia del efecto de mis decisiones en el bien común. Hasta la próxima, Ken, Paul.

I Daniel Blake
Director: Ken Loach
Nacionalidad: Británica
Intérpretes: Hayley Squires, Dave Johns y Natalie Ann Jamieson
Fecha de estreno: 28/10/16
Premio del Público en San Sebastián y en Locarno.

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