María sabe reconocer las huellas del Espíritu de Dios en los grandes acontecimientos y también en aquellos que parecen imperceptibles. Es contemplativa del misterio de Dios en el mundo, en la historia, y en la vida cotidiana de cada uno y de todos. Es la mujer orante y trabajadora en Nazaret, y también es Nuestra Señora de la prontitud, la que sale de su pueblo para auxiliar a los demás sin demora (EG 288).
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