La diversidad del recién formado parlamento de nuestro país, lejos de ser un problema irresoluble, puede ser un bien social, siempre y cuando la confrontación entre las diferentes visiones que representan cada partido sea debidamente orientada hacia el bien común, es decir, a favorecer «un ambiente humano en el que se ofrezca a los ciudadanos la posibilidad del ejercicio real de los derechos humanos y del cumplimiento pleno de sus deberes» (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 389).

El bien común no es compatible con el alto desempleo, la precariedad laboral y la incertidumbre vital que padecen tantas y tantas personas en nuestra sociedad. La autoridad se legitima en el uso de sus atribuciones cuando sabe armonizar los intereses contrapuestos y favorece la justicia social. Siendo muchos los retos de esta incierta legislatura que acaba de nacer, nos parece que la promoción del trabajo digno debe figurar entre las prioridades de las distintas fuerzas políticas, por ser esencial para la inclusión social de las personas empobrecidas y para la afirmación práctica de la sagrada dignidad de la persona.

—

Liberamos el número completo del ¡TÚ! de febrero de 2016:

Accede a números anteriores del ¡Tú! en el apartado de Publicaciones/¡Tú!