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Una tarea ineludible

27 enero 2016 | Por

Una tarea ineludible

Pino Trejo • Ya hemos pasado la vorágine de la campaña electoral, hemos ejercido nuestro derecho al voto; y, lo más seguro es que, a estas alturas, ya conozcamos quiénes nos van a gobernar durante los próximos cuatro años.

Todo esto nos podría llevar a pensar que nuestra responsabilidad acabó a pie de urna, y a partir de este momento son ellos y ellas, «políticos», a quienes les corresponde desempeñar el papel para el que fueron elegidos. Pensar así equivaldría a creernos meros espectadores de nuestra propia vida.

Porque si hay algo que nos obliga a todos es la política, puesto que participar en la organización de la convivencia humana es una responsabilidad ineludible. Está en nuestra propia naturaleza: relacionarnos, entendernos y construir juntos comunidad.

Así que, lejos de considerar que ya hemos cumplido, debemos plantearnos, si no lo hemos hecho ya, participar activamente en organizaciones, asociaciones y movimientos sociales en cualquiera de los ámbitos en los que vivimos y trabajamos, para contribuir a que pongan en el centro de su actividad a las personas, especialmente, a las más vulnerables, y que estén al servicio de ellas. Solo si empujamos en esta línea podremos ir construyendo relaciones más humanas y poniendo los cimientos para que esa nueva sociedad se vaya vislumbrando. Estar, pero no de cualquier forma.

Estas organizaciones y movimientos tenemos que convertirlos en espacios de cooperación, de diálogo y trabajo conjunto, donde experimentamos el verdadero sentido de la democracia y practicamos el respeto mutuo.

También deberemos aunar fuerzas para que estas asociaciones y colectivos se conviertan en verdaderos observatorios de la realidad, que mantengan constantemente informados a los que hemos elegidos para que nos representen, que conozcan de primera mano lo que sucede en nuestros barrios, pueblos, empresas…, contribuiremos, de alguna forma, a recuperar los cauces de comunicación entre las instituciones y las personas.

Responsabilidad nuestra es, además, que en las diferentes comunidades a las que pertenecemos (familia, vecinos, compañeros de trabajo…) vayamos introduciendo el interés por formar parte de este proceso participativo, de pasar de espectadores a actores. Y lo iremos consiguiendo en la medida en que compartamos nuestra experiencia, les invitemos a que formen parte de ella, les vayamos ayudando a formarse en la práctica política, pero, sobre todo, en hacerles caer en la cuenta que la transformación de esta sociedad en otra más justa, solo es posible comunitariamente, no cada uno por su lado.

Pero el verdadero cambio debe empezar por nosotros mismos. Nuestro testimonio de vida debe ser coherente con lo que pensamos y creemos, porque pedir honradez y honestidad cuando en nuestra propia vida no existen es de hipócritas. Exigir que se respete el medio ambiente cuando nosotros ni reciclamos, ni reusamos ni controlamos nuestro consumo, o denunciar la explotación laboral y luego ir a comprar a unos famosos grandes almacenes… es no entender que «política es todo» y que cualquier decisión que tomemos afecta no solo a mi vida, sino a la de todas las personas con las que vivo y me relaciono.

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