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Es de justicia

26 octubre 2015 | Por

Es de justicia

Pino Trejo | A estas alturas, creo que compartiremos que para poder vivir debemos tener cubiertas las necesidades materiales más básicas: comida, ropa, vivienda, trabajo; y unos servicios públicos que nos permitan sobrevivir y desarrollarnos íntegramente: sanidad, educación, servicios sociales…

Pero no se trata solo de vivir o sobrevivir, sino de hacerlo dignamente, y esto da un giro radical a la afirmación, porque no todos entendemos de igual forma ese adverbio; y, porque para algunos, muchos no somos merecedores de según qué cosas.

Fijándonos detenidamente en los programas de los partidos políticos, comprobamos que dicen lo QUE van a hacer, pero muy poco de CÓMO lo van a hacer. Así prometen que van a crear miles de empleos, pero no dicen nada de una reforma empresarial, ni siquiera de cambiar este sistema económico. Entonces, ¿si hasta ahora lo único que ha aumentado es el paro, cómo es que ahora van a solucionar lo que ha provocado la exclusión a millones de personas y familias?

La respuesta ya la vislumbramos en lo que sucede en estos momentos: la economía dice que está mejorando, mientras el empleo es más temporal, a jornada parcial; los sueldos exiguos; menos prestaciones por desempleo y de menor cuantía; aumento del paro de larga duración… es decir, la precariedad más absoluta, que afecta a toda nuestra vida: sin seguridad en un empleo digno y estable (palabra desterrada del vocabulario económico) no es posible una vida digna y estable. Todos aspiramos a mantenernos y mantener a nuestras familias por nosotros mismos, a «llevar el pan a nuestra casa».

Pero esto no lo pueden hacer millones de trabajadores y trabajadoras que han sido excluidas del empleo y de la sociedad, que han sido empobrecidas, desahuciadas de sus viviendas, de sus barrios, de su comunidad, de la vida social… personas a las que se les ha arrebatado la ilusión y se les ha colocado en una incertidumbre constante. Y lo peor es que no tienen elección, otros poderes controlan su situación.

Por eso, la primera medida por la que hay que apostar decididamente es la del trabajo decente, la del empleo digno que posibilite la vida, no que la ahogue ni la explote porque el ser humano está llamado a la creación por medio de sus manos: crear riqueza, crear comunidad, crear futuro. Y sin trabajo no es posible.

Transformar esta sociedad para que sea un bien para toda la ciudadanía requiere seriedad y políticas concretas que aborden con profundidad las causas que han originado este sufrimiento; pensar y hacer operativas soluciones que tengan como centro a la persona, y en primer lugar a las empobrecidas. Ya está bien de ingeniería lingüística que lo único que pretende es confundir y ocultar que lo único que les importa es el beneficio sinfín.

Y mientras esto se va gestando y madurando, tendremos que sostener a aquellas personas y familias sin recursos con una renta mínima que les permita mantenerse incluidas en esta sociedad, porque ellas no han provocado ni su exclusión ni esta crisis. Y porque es de justicia.

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