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Conversión ecológica

17 septiembre 2015 | Por

Conversión ecológica

Lo más importante de cualquier reflexión que se nos ofrece para la vida no es cuánto nos da la razón (aunque entonces nos suele gustar más), sino cuánto y cómo nos interpela. Es bueno leer «Laudato si’» desde esta convicción. El papa Francisco es tremendamente realista y concreto en exponer la gravedad de la crisis ecológica; también en reconocer, acoger y valorar las actuaciones positivas en el cuidado del medio ambiente. Es muy claro y concreto en las críticas a un modelo económico, social y político que, por codicia, destroza nuestra humanidad y nuestro mundo, así como a la mentalidad tecnocrática que nos asfixia. Plantea con toda claridad la necesidad de un cambio radical de la economía para someterla al bien común. Y, sobre todo, hace una propuesta de una ecología integral (ambiental, económica, social, cultural…) e insiste repetidamente en algo esencial: también lo ecológico hay que mirarlo desde los pobres; lucha por la justicia y ecología son inseparables, combatir la pobreza y cuidar la naturaleza son dos expresiones de una misma realidad: el cuidado de la vida que se expresa en el cuidado de la casa común y de la familia humana que habitamos en ella.

Pero, en nuestra opinión, lo más interpelante de «Laudato si’» es la forma en que considera el problema ecológico como problema antropológico: su raíz es la profunda deformación de lo humano provocada por un modelo económico, social y cultural construido sobre el individualismo y el egoísmo del poseer y dominar. Para transformar esa realidad es esencial recuperar el sentido de nuestra humanidad. De ahí la importancia que Francisco da a la «conversión ecológica» (personal, comunitaria, social, política…): «No habrá una nueva relación con la naturaleza sin un nuevo ser humano. No hay ecología sin una adecuada antropología (…) Si la crisis ecológica es una eclosión o una manifestación externa de la crisis ética, cultural y espiritual de la modernidad, no podemos pretender sanar nuestra relación con la naturaleza y el ambiente sin sanar todas las relaciones básicas del ser humano» (nn. 118 y 119).

En este sentido, quizá lo más hermoso, interpelante y transformador de «Laudato si’» sea su llamada a reconocer la dignidad y la libertad-responsabilidad del ser humano, de cada una de nosotras y nosotros. Podemos leer toda la encíclica desde esta clave: «Muchas cosas tienen que cambiar, pero ante todo la humanidad necesita cambiar. Hace falta la conciencia de un origen común, de una pertenencia mutua y de un futuro compartido por todos» (n. 202). «El consumismo obsesivo es el reflejo subjetivo del paradigma tecnoeconómico (…) Tal paradigma hace creer a todos que son libres mientras tengan una supuesta libertad para consumir». «En este contexto no parece posible que alguien acepte que la realidad le marque límites. Tampoco existe en este horizonte un verdadero bien común. Si tal tipo de sujeto es el que tiende a predominar en una sociedad, las normas solo serán respetadas en la medida en que no contradigan las propias necesidades» (nn. 203-204).

«Sin embargo, no todo está perdido, porque los seres humanos, capaces de degradarse hasta el extremo, también pueden sobreponerse, volver a optar por el bien y regenerarse, más allá de todos los condicionamientos mentales y sociales que les impongan (…) No hay sistemas que anulen por completo la apertura al bien, a la verdad y a la belleza, ni la capacidad de reacción que Dios sigue alentando desde lo profundo de los corazones humanos. A cada persona de este mundo le pido que no olvide esa dignidad suya que nadie tiene derecho a quitarle» (n. 205).

«Siempre es posible volver a desarrollar la capacidad de salir de si hacia el otro. Sin ella no se reconoce a las demás criaturas en su propio valor, no interesa cuidar algo para los demás, no hay capacidad de ponerse límites para evitar el sufrimiento o el deterioro de lo que nos rodea. La actitud básica de autotrascenderse (…) es la raíz que hace posible todo cuidado de los demás y del medio ambiente (…) Cuando somos capaces de superar el individualismo, realmente se puede desarrollar un estilo de vida alternativo y se vuelve posible un cambio importante en la sociedad» (n. 208).

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