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Iglesia, servidora de los pobres #EditorialNNOO

09 junio 2015 | Por

Iglesia, servidora de los pobres #EditorialNNOO

La instrucción pastoral «Iglesia, servidora de los pobres» de la Conferencia Episcopal Española, es, ante todo, una llamada a poner en el centro de la vida de la Iglesia, de cada comunidad eclesial y de cada cristiano, la vida y la situación de sufrimiento de tantas personas y familias, causado por la pobreza y la exclusión social que han aumentado escandalosamente en los últimos años. Llamada, también, a que esta sea la primera preocupación de la sociedad. Las desigualdades y el empobrecimiento, que debilitan las bases de una sociedad justa, nos sitúan ante una tarea, social y eclesial, ineludible y de primera magnitud.

«Iglesia, servidora de los pobres» es una llamada a la conversión y al cambio, para hacer verdad en nuestras vidas lo que se expresa al final de la instrucción: «Las víctimas de esta situación social sois nuestros predilectos, como lo sois del Señor». Queremos, con todos los cristianos, ser signo en el mundo de la misericordia de Dios. Y queremos hacerlo con la revolución de la ternura a la que nos convoca el papa Francisco: «Todos los cristianos estamos llamados a cuidar a los más frágiles de la Tierra» (n. 56).

Una «revolución de la ternura», expresión del amor concreto a las personas, de la que está muy necesitada nuestra sociedad para ser más humana, justa y fraterna. Porque lo que nos hace más humanos, y hace posible una sociedad realmente humana, es el amor que busca la justicia para hacer posible la vida digna de todas las personas. Amor concreto a las personas, en particular a los pobres, que significa acompañar sus vidas, compartirlas, gestos cotidianos y concretos de solidaridad, promoción de iniciativas sociales de solidaridad, lucha por la justicia combatiendo las causas estructurales de la pobreza para construir otro modelo social más acorde a la dignidad humana y al bien común.

Necesitamos acometer la tarea de transformar en profundidad nuestro modelo social, pues vivimos en una sociedad dominada por la economía de la rentabilidad y la idolatría del dinero, en la que «aspectos como la lucha contra la pobreza, un ideal compartido de justicia social y de solidaridad –que debería centrar nuestro proyecto como nación–, se sacrifica en aras del crecimiento económico» (n. 20).

En el origen de la actual situación hay una profunda crisis de humanidad, una profunda crisis moral, de orientación de la vida social, en la que los obispos insisten de manera muy concreta (nn. 15-22): la negación de la primacía del ser humano y su sometimiento a un orden económico establecido sobre el afán de lucro y las ansias desmedidas de dinero, sin consideración a las verdaderas necesidades de las personas. Plantean esa necesaria nueva perspectiva desde los principios que propone la Doctrina Social de la Iglesia, como son: la dignidad de la persona como centro de todo; el destino universal de los bienes o el derecho de toda persona a disponer de lo necesario para una vida acorde a su dignidad; la solidaridad, la defensa de los derechos sociales y la promoción de los deberes o responsabilidades sociales; el bien común como orientación de toda política; la subsidiaridad o el protagonismo de la sociedad civil; el derecho a un trabajo digno y estable… Son claves fundamentales para hacer posible otras políticas, otras prácticas sociales, otra manera de afrontar la actual situación para transformar realmente las causas estructurales de la pobreza y la exclusión.

Por nuestra vocación de servicio al mundo obrero y del trabajo desde el Evangelio de Jesucristo, queremos subrayar la importancia que tiene para eliminar las causas estructurales de la pobreza y para crecer en justicia y humanidad, la defensa del derecho a un trabajo digno y estable, orientando los esfuerzos sociales y las políticas a ese objetivo. Es necesario crear empleo, pero, sobre todo, es necesario crear empleo que signifique un trabajo digno y estable para las personas. Lo cual significa que «la política económica debe estar al servicio del trabajo digno» (n. 32).

En este sentido, resaltamos la iniciativa «Iglesia unida por el trabajo decente» promovida por Cáritas, Justicia y Paz, Confer, JEC, JOC y HOAC, en un compromiso conjunto para impulsar socialmente y en la Iglesia la defensa del trabajo digno como elemento decisivo para afrontar los actuales desafíos de creciente injusticia y desigualdad.

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