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De puertas para adentro

30 mayo 2015 | Por

De puertas para adentro

Araceli Caballero | La propia expresión «consumo responsable» ya deja bastante claro que se trata de lo cotidiano: consumir los bienes y usar los servicios necesarios para vivir razonablemente. Es decir, que no se trata de que inventemos actividades exóticas ni añadamos nada a lo que hacemos. Bastaría con poner en práctica eso tan sencillo de usar lo necesario. Dicho de otro modo, lo que no da gusto ni provecho, ¿pa’ qué?

Si hay algo cotidiano, es el hogar; y si hay un grupo primario, es la familia. Es imposible hacer un repaso completo a los hábitos caseros en esta exigua página, pero sí que podemos hacernos algunas preguntas pertinentes.

Lo primero, llamar las cosas por su nombre. No confundir necesidades con deseos, apetencias, caprichos o antojos. No buscar satisfacer necesidades no materiales con medios materiales; determinada etiqueta en la ropa no va a solucionar ningún problema de autoestima, por entrar en lo concreto. Esto incluye plantear adecuadamente los problemas, condición imprescindible para solucionarlos. Si el problema es que hace frío, la solución suele consistir en poner toda la casa a temperatura estival, aunque sea enero. Si es que tengo frío, la solución es ponerme un cálido jersey.

Esto afecta a los suministros: agua, electricidad, gas, etc. Lo primero, por supuesto, el ahorro, que no es garantía de felicidad –ni siquiera de limpieza– gastar una tonelada de agua en la ducha o que la cisterna recuerde a las cataratas del Niágara. Las luces, para ver, que para iluminación ya está la feria (que también habría que poner en cuestión). Cualquier día terminamos de robarle el título de «Siglo de las Luces» a la Ilustración… Bombillas adecuadas, puntos de luz necesarios, etc.. Y algo muy importante: mirar con lupa con qué compañía contratamos; cada vez hay más alternativas al oligopolio energético (Iberdrola, Gas Natural-Fenosa, Endesa, EDP y EON).

Si nos referimos a los productos (alimentación, ropa, muebles, etc.), lo adecuado son las preguntas metafísicas: qué son, de dónde vienen, a dónde van. Es decir, ¿es la mejor opción?, ¿en qué condiciones han sido producidos, dónde, por quién, cómo? El comercio justo no se reduce a comprar lo que lleve la etiqueta, sino mirar las condiciones de producción y comercialización; la ventaja añadida de los colectivos que promueven el comercio justo es que suelen proporcionar información valiosa.

La forma de acceder a los bienes también es importante. Mejor el comercio de barrio que las grandes superficies; mejor directamente al productor que el trayecto falsa monea (que de mano en mano va…). Además del verbo comprar, existen otros, como intercambiar, prestar, compartir (cosas, saberes, tiempo), cuya conjugación aporta provecho y placer personal y colectivo.

En fin, son sólo algunas pistas. Encontrar más es fácil en Internet y colectivos de consumo responsable. Por ejemplo, «Consumo responsable»; sobre alimentación sostenible, es muy útil el blog: «Te lo sirvo verde». Y una vez más recomiendo la revista «Opcions», de lo mejorcito que hay por estos lares.

 

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