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Hacia el Sínodo de la Familia

03 marzo 2015 | Por

Hacia el Sínodo de la Familia

El plazo para enviar las repuestas al cuestionario contenido en los «Lineamenta» de la XIV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de la Familia, que se celebrará del 4 al 25 de octubre del 2015, termina el 15 de abril. Algunas voces hablan del poco entusiasmo de las diócesis de España en recoger la opinión de los fieles.

«No se percibe que este nuevo esfuerzo de sinodalidad por parte de Francisco genere un gran entusiasmo, en consonancia con lo vivido en los meses anteriores a la celebración de la reciente Asamblea Extraordinaria», se decía en las páginas de la siempre bien informada revista «Vida Nueva», de la semana del 19 de diciembre. Siguiendo con el método empleado ya en la Asamblea General Extraordinaria celebrada en octubre de 2014, todas las Conferencias Episcopales del mundo han recibido la llamada «Relatio Synodi», que recoge las principales conclusiones de la reunión anterior junto con la nueva «Lineamenta», donde figuran nuevas preguntas.

La próxima Asamblea Ordinaria se celebrará bajo el lema «La vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo». También los sínodos de las Iglesias orientales católicas, la Unión de Superiores Religiosos y los dicasterios de la Curia Romana recibirán el documento traducido en los idiomas más utilizados. La Secretaría del Sínodo, animaba a los episcopados a implicar «a todos los componentes de las iglesias particulares e instituciones académicas, organizaciones, agregaciones laicas y otras instancias eclesiales» en este proceso de «profundización del trabajo iniciado en el curso de la Asamblea Extraordinaria». Las aportaciones serán utilizadas para confeccionar el documento de trabajo que se pondrá a disposición de los obispos en reuniones en asamblea.

Ya en la primera fase del Sínodo sobre la Familia, las diócesis españolas, a pesar de rellenar las encuestas, mostraron «poco interés en el procedimiento». El resultado de esa primera encuesta que se envió a Roma fue sintetizado por la Conferencia Episcopal Española, en un «un resumen muy liviano, ligerito y poco sistemático», siempre conforme a la información de la revista de la editorial PPC. Otras asambleas nacionales de obispos llegaron a hacer público el resumen de las aportaciones recibidas.

Al cierre de esta revista, apenas había noticias sobre la distribución por parte de las diócesis del cuestionario ni el inicio de reflexiones en grupo. Sí era un tema a resolver próximamente, según consultas efectuadas desde esta redacción. Las respuestas y comentarios sobre la familia se pueden hacer llegar directamente a los encargados de organizar el próximo sínodo, por lo que no es necesario que las estructuras diocesanas se involucren en la recepción de las preguntas. Demetrio Fernández, obispo de Córdoba, en su carta pastoral del 9 de enero, reconocía a los fieles «la libertad de cada uno de hacer llegar sus sugerencias directamente a la Secretaría General del Sínodo de los Obispos, en el Vaticano», si bien, también añadía que «se nos sugiere la vía de enviarlas a través de la Conferencia Episcopal Española y, si así se desea, a la diócesis de Córdoba –al Vicario General– antes del 15 de marzo de 2015, que las hará llegar a su destino».

Sin miedo a las espinas

Las reacciones de los sectores católicos más inmovilistas son bien palpables en los foros de internet, muy dados al exabrupto fácil. Tampoco ayudan a la necesaria calma con que debe conducirse un sínodo episcopal de tanta relevancia, aquellos medios de comunicación que difunden interesadamente los aspectos más polémicos de los debates y acogen con precipitación cualquier lisonja envuelta en novedad. Desde luego, no son asuntos fáciles de trasladar a audiencias diversas y ajenas tanto a la idiosincrasia de la maquinaria eclesial como a la pedagogía cristiana.

Hay en muchos casos un dolor profundo causado por interpretaciones poco misericordiosas de la moral cristiana, a la par que una gran desconfianza de todo mensaje trascendente que provenga de las instituciones religiosas. Pero la magnitud de los desafíos del presente no debería servir para aplazar las cuestiones incómodas. Las conclusiones de los debates, no siempre aprobadas por consenso, recogen con valentía todas las situaciones imaginables que afectan a las familias de hoy, en un intento, de resultados aún inciertos, por encontrar la mejor manera pastoral y sacramental de abordarlas. Se habla de las uniones civiles, de los divorciados vueltos a casar, de los matrimonios mixtos, de las personas homosexuales, de la convivencia prematrimonial…, siempre con respeto a la dignidad de todas las personas y con suma delicadeza ante las divergencias de criterio.

Lo que está en juego es definir «conforme a la mirada misericordiosa de Jesús» cómo mejor puede la Iglesia «acompañar con atención y cuidado a sus hijos más frágiles, marcados por el amor herido y extraviado, dándoles de nuevo confianza y esperanza» como se lee en la «Relatio Synodi». Se insiste una y otra vez en que «no se trata de recurrir a los apriorismos, ni al rigor doctrinal sino de iluminar como la luz del faro de un puerto o de una antorcha llevada en medio de la gente» a aquellas personas que «han perdido el rumbo o se encuentran en medio de la tempestad», y no tanto repintar las líneas rojas o sacar brillo al semáforo. De ahí que constantemente se rescate lo positivo de las nuevas realidades y se defienda con pasión y convicción la belleza del modelo cristiano de familia llamado al amor, la comunión y la plenitud.

Pero, sin duda alguna, el documento de trabajo propuesto a todos los fieles del mundo refleja un abrumador acuerdo sobre las dificultades que la actual cultura y la organización socio-económica están causando en la vocación a «la reciprocidad, la comunión y la fecundad» de la familia. «Hay una sensación general de impotencia frente a la realidad socioeconómica que a menudo acaba por aplastar a las familias. Esto se debe a la creciente pobreza y precariedad laboral que a veces se vive como una auténtica pesadilla, o a una fiscalidad demasiado alta que ciertamente no alienta a los jóvenes a contraer matrimonio», se lee en el punto seis de la «Relatio Synodi».

Con anterioridad, se mencionaba «el cambio antropológico-cultural» preñado de luces: «la mayor libertad de expresión y el reconocimiento más amplio de los derechos de la mujer y de los niños, al menos en algunas regiones»; pero también con sus sombras: «el creciente peligro que representa un individualismo exasperado que desvirtúa los vínculos familiares y acaba por considerar a cada componente de la familia como una isla, haciendo que prevalezca, en ciertos casos, la idea de un sujeto que se construye según sus propios deseos asumidos con carácter absoluto».

El proceso abierto, como bien se nos dice en el documento vaticano, es una oportunidad sin igual «para madurar, con verdadero discernimiento espiritual, las ideas propuestas y encontrar soluciones concretas a tantas dificultades e innumerables desafíos que las familias deben afrontar».

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