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El trabajador mercancía

02 septiembre 2013 | Por

El trabajador mercancía

Moritz Erhardt era un joven alemán de 21 años que estaba empleado como becario en las oficinas londinenses del Bank of America Merril Lynch. Ha muerto de agotamiento después de trabajar 72 horas seguidas. Estaba a una semana de finalizar su periodo de prácticas estivales en este banco de inversión. Los jóvenes becarios son por lo general empleados en condiciones deplorables. Los que son empleados en banca, particularmente en banca de inversión, están entre los que trabajan más horas. Su empleo en prácticas suele tener una duración máxima de diez semanas y, según dicen algunos becarios, hay una aceptación generalizada de la forma en que se les hace trabajar porque “competimos por trabajos muy bien pagados”.

Este hecho es un terrible símbolo de lo que se está haciendo con el trabajo humano y, con él, con la persona trabajadora. Del gran mal que existe en torno al empleo y de la radical perversión del sentido del trabajo que se produce cuando se le somete a la pura lógica mercantil. En situaciones como la de estos becarios estamos ante una esclavitud de la persona en el trabajo, una anulación radical de su vida; vivir para trabajar es una radical perversión del sentido del trabajo. Estamos ante una brutal competencia entre trabajadores que es también una radical negación de la vocación humana a la cooperación y la colaboración. Estamos ante el embrutecimiento que supone sacrificarlo todo a un salario, aunque sea alto, una extrema mercantilización del trabajo, como si fuera una cosa en lugar de una capacidad humana. Estamos también ante el absurdo de dedicar capacidades humanas a una actividad que no produce nada socialmente útil; al contrario, una especulación financiera que provoca grandes males sociales. Estamos, en definitiva, ante un mecanismo economicista que destruye a la persona, porque convierte a la persona trabajadora en un trabajador mercancía.

En muchos sectores laborales de países donde se habían conquistado duramente derechos laborales, se está produciendo desde hace bastantes años una regresión, acentuada desde el inicio de la actual crisis, hacia condiciones de empleo cada vez más indecentes. Junto al paro, la cada vez mayor precarización del empleo está extendiendo esa lógica radicalmente inhumana y deshumanizadora que es el sometimiento de la persona y su capacidad de trabajo a la economía. Porque nunca se atajó la raíz del problema: que la persona debe ser siempre sujeto, centro y fin de la actividad económica y, en particular, sujeto, centro y fin del trabajo. Cuando se le roba ese lugar el daño en su humanidad es enorme.

Así lo plantea la Doctrina Social de la Iglesia: “En la vida económico-social deben respetarse y promoverse la dignidad de la persona, su entera vocación y el bien de toda la sociedad. Porque el hombre es el sujeto, el centro y el fin de toda la vida económico-social” (“Gaudium et spes”, 63). Cuando no es así, “el hombre es considerado como un instrumento de producción, mientras él (…) debería ser tratado como sujeto (…) según la verdadera dignidad de su trabajo, o sea como sujeto y autor, y, por consiguiente, como verdadero fin de todo el proceso productivo” (“Laborem exercens”, 7). Por ello, “se debe ante todo recordar un principio enseñado siempre por la Iglesia. Es el principio de la prioridad del “trabajo” frente al “capital” (…) Esta verdad (…) debe ser siempre destacada en relación con el problema del sistema de trabajo, y también de todo el sistema socioeconómico. Conviene subrayar y poner de relieve la primacía del hombre en el proceso de producción, la primacía del hombre respecto de las cosas. Todo lo que está contenido en el concepto de “capital” (…) es solamente un conjunto de cosas. El hombre como sujeto del trabajo (…) es una persona” (“Laborem exercens”, 12).

Ante la negación tan radical de esta verdad que hoy padecemos, es más necesario que nunca luchar por humanizar el mundo del trabajo y evangelizar esta realidad del mundo obrero y del trabajo. Por eso es hoy tan importante la Pastoral Obrera.

Publicado en NNOO nº 1551 de septiembre de 2013

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