Una institución que “expulsa” a los márgenes a grupos de personas por considerarlos “impuros” (la mujer con flujos de sangre), no puede más que provocar la agonía de los que encierra dentro (la hijita de Jairo). Sólo la fe valerosa de los marginados en Jesús, así como el amor apasionado de algunos dirigentes religiosos por el pueblo, pueden revertir la crítica situación y devolverle a la iglesia la vida que peligra.