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Encuentro bilateral de la LOC y la HOAC en Portugal

14 febrero 2012 | Por

Encuentro bilateral de la LOC y la HOAC en Portugal

La LOC/MTC (Liga Obrera Católica/Movimiento de Trabajadores Cristianos de Portugal) y la HOAC (Hermandad Obrera de Acción Católica) se han reunido del 6 al 9 de febrero en el Seminario de Almada (Portugal) para compartir y analizar conjuntamente la realidad de los trabajadores y trabajadoras, las personas desempleadas, inmigrantes y las más empobrecidas en cada país, teniendo en cuenta la situación política, económica y social creada por la crisis económica y financiera y por la economía especulativa. Además hemos compartido el testimonio de vida y acción de los militantes de cada movimiento, y cómo se sitúa la Iglesia en estos tiempos que vivimos.

Como punto de partida, hemos constatado con mucha preocupación las altas tasas de desempleo existentes en cada país. En Portugal la tasa de paro está cercana al 14 %, mientras que en España supera el 22 %. Muchos de estos trabajadores y trabajadoras en paro se ven empujados, en muchos casos, a la pobreza y la exclusión social, se les niega su dignidad y su realización personal y familiar es cada vez más difícil de conseguir.

Nos preocupan también las altas tasas de desempleo en los jóvenes, que dificulta que estos sean capaces de independizarse económicamente y de vivir su propio proyecto personal, familiar y social, siendo de esta manera una carga más para sus familias que muchas veces viven situaciones económicas precarias.

Otra de las víctimas de esta situación son las personas inmigrantes, pues se encuentran aún más desamparadas y se ven obligadas a regresar nuevamente a sus países de origen o caen en la pobreza extrema y en la exclusión social.

La deslocalización y el cierre sucesivo de industrias, comercios y empresas de servicios han hecho aumentar significativamente el número de hombres y mujeres que pierden sus puestos de trabajo.

Por otra parte, las condiciones de trabajo son cada vez más precarias: continuas reformas laborales que recortan derechos alcanzados a lo largo de años de luchas; los contratos desregularizados, la flexibilidad horaria, la facilidad y abaratamiento del despido… Todo esto hace que en muchos lugares de trabajo predomine la inseguridad, el miedo y la resignación.

A todo esto hay que añadir la falta de confianza y la poca participación en la vida sindical por parte de los trabajadores y trabajadoras. El miedo a perder el trabajo o la falta de conciencia hace que no se comprometan en las organizaciones sindicales.

Constatamos, además, que toda la ayuda financiera dada a los bancos y las continuas reformas laborales favorecen a las empresas y a los empresarios, pero no revierte en la creación de puestos de trabajo ni tampoco en trabajo digno y justamente remunerado.

Desde nuestra conciencia de trabajadores y trabajadoras cristianos, fundamentada en el Evangelio y en la Doctrina Social de la Iglesia, queremos manifestar que el reconocimiento práctico de los derechos sociales sirve de termómetro de la calidad democrática de una sociedad, porque mide también el grado de aplicación de la justicia. Es preciso manifestar con firmeza en el momento actual que la defensa de los derechos sociales es un deber de justicia. Un deber vinculado a la afirmación de un principio básico de humanidad: el destino universal de los bienes, que Juan Pablo II concretó de una forma que tiene hoy un gran valor para orientar nuestra vida y acción: “Las necesidades de los pobres deben tener preferencia sobre los deseos de los ricos; los derechos de los trabajadores, sobre el incremento de los beneficios.”

Ante esta situación, las medidas que se están tomando en toda Europa están encaminadas a reducir el déficit, recortando los derechos sociales (educación, sanidad, servicios sociales…). Sin embargo, no se aplican otras medidas que supondrían un aumento de los ingresos del Estado como pueden ser: impuestos a las grandes fortunas y a las transacciones financieras, lucha contra el fraude fiscal y la economía sumergida… Es imprescindible, además, que las ayudas financieras dadas a los bancos y a las empresas se controlen para garantizar que revierten en la conservación y creación de puestos de trabajo y en la sostenibilidad social y familiar de las personas trabajadoras.

Queremos ayudar a crear una nueva conciencia, una nueva cultura, una nueva manera de pensar, sentir y actuar, que contrarreste el ambiente de desmotivación, de alienación y de miedo que viven las personas trabadoras y las personas empobrecidas.

Como movimientos de trabajadores cristianos, debemos contribuir a la construcción de un mundo más justo e igualitario y a un reparto de la riqueza más solidario y fraterno.

Afirmamos que el futuro también está en nuestras manos y en la contribución que hagamos para cambiar este modelo de desarrollo político, laboral y social.

Manifestamos, igualmente, que la vida de las personas más pobres y débiles, que no desisten en luchar por su dignidad, fortalece nuestra esperanza.

Almada, 9 de febrero de 2012

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