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Entrevista: Mª Ángeles López, escritora y redactora jefe de «21rs»

22 diciembre 2010 | Por

Entrevista: Mª Ángeles López, escritora y redactora jefe de «21rs»

María Ángeles López es autora del libro «Papás Blandiblup» (San Pablo) y responsable de un blog en Internet sobre las dificultades, pero también las alegrías, que plantea hoy la crianza de los hijos. La redactora jefe de «21rs», por su estilo ameno y apuesta por los valores, se ha convertido en un referente muy útil para desdramatizar la paternidad.

–¿Quiénes son los padres «blandiblup»?

–Somos los padres que nacimos en los 70, los que hemos estrenado una sociedad con unos valores diferentes a la de nuestros padres y nos comportamos y ejercemos la paternidad de un modo nuevo. Somos más «pegajosos», más para lo bueno y para lo malo, porque somos mucho más cariñosos, más naturales a la hora de expresar nuestros sentimientos, sobre todo en el caso de los hombres, de lo que lo fueron nuestros padres con nosotros. Los padres de otras generaciones se conformaban con tenernos alimentados, vestidos y como mucho darnos una educación. Hoy en día nos sentimos responsables de todas y cada una de las facetas que afectan a nuestros hijos, si juegan o no, si son sociables, si son líderes, si hacen deporte… Nos sentimos culpables si fracasan, si tienen algún desengaño, si no superan los obstáculos.

Inevitablemente el modo de vida ha cambiado, la mayoría de los padres y las madres trabajan fuera. Hay menos tiempo para estar con los hijos y vivimos ese tiempo de un modo estresante en ocasiones, porque tenemos una infinita agenda social, tanto padres como hijos. En medio de todas esas dificultades, somos blandos y no ponemos límites, no les ayudamos a crecer, a madurar, a ser autónomos.

–En lo laboral se exige ser más productivos y en lo familiar cubrir todo un sin fin de facetas de lo hijos, ¿se han sofisticado más las necesidades y hay más exigencias?

–Me niego a ser una superwoman y una supermamá, quiero tener derecho a enfadarme, a estar cansada o a gritar en un momento dado, porque somos humamos y eso no nos hace peores padres, sino que enseña a nuestros hijos que tenemos debilidades, frustraciones y que tienen que aprender a asumir eso. Pero también tenemos que ser conscientes de nuestro poder, autonomía e independencia como ciudadanos. A veces estamos metidos en una corriente social que nos obliga a ser consumistas, a ser muy exigentes en lo laboral, en las propiedades que tenemos.

Pero podemos romper esa tendencia, tenemos esa libertad para tomar otros caminos. Hay que ser conscientes desde el principio, que cada uno de nuestros gestos desde que nace está educando para el futuro, no se puede esperar a que el niño tenga 15 años para que asuman las responsabilidades de sus actos. A veces nos escandalizamos de comportamientos de muchos de nuestros jóvenes, pero es que desde muy pequeños les hemos dicho de alguna manera que hagan lo que quieran, que no pasa nada, que satisfagan sus deseos que no pasa nada. Es un error que nos aplicamos a nosotros mismos, ellos no son peores, sencillamente como sociedad, como organizaciones familiares buscamos siempre satisfacer nuestros deseos por encima de las responsabilidades sociales, políticas…

–Las empresas buscan trabajadores sin ataduras y máxima flexibilidad…

–Tenemos que entender que, en términos económicos, los hijos, más en España, son un bien de interés social. Eso no se valora, no se agradece ese esfuerzo de quienes hemos elegido tener hijos, libremente por supuesto. Estamos aportando un gran beneficio a la sociedad. Las empresas tienen que cambiar esa mentalidad de que el trabajador es un elemento a exprimir al máximo. Hay que pensar el trabajador debe sentirse parte de un proyecto empresarial y que para ello tiene que estar satisfecho con su vida y tener oportunidad de vivir al margen de su trabajo y ofrecer todas esas vivencias a la empresa, al margen de su vida laboral.

–¿Qué sería en la actualidad de la transmisión de la fe sin las abuelas?

–Casi desaparecería. La abuelas son ese eslabón que está conectando a los jóvenes con la fe. No sé cuánto durará, porque esa generación mayor toca a su fin. La siguiente no sé si cumplirá con ese cometido. No sé si los padres estamos haciendo dejación de esa responsabilidad, pero lo cierto es que no hemos encontrado ese lenguaje apropiado para hablarle a nuestros hijos, el de antes no nos sirve, tampoco sus esquemas. Los que hemos nacido en una sociedad democrática y en una mentalidad racional tenemos que encontrar un lenguaje para poder transmitirles esa fe sin que piensen que les estamos contando un cuento chino. Esa fe además tiene que estar ubicada en el compromiso social, sin eso, sin unos valores evangélicos detrás de unos modelos de vida concretos tampoco sirve que las abuelas les enseñen el «Jesusito de mi vida» o les lleven a las catequesis. Lo estamos comprobando, los jóvenes se desentienden cuando tienen criterio para ello. La transmisión de la fe parte del testimonio.

–¿Comprende la jerarquía católica los condicionamientos a los que se enfrentan las familias y les ayuda a vivir a contracorriente de los contravalores dominantes?

–La Iglesia jerárquica, a través de sus discursos, tiene una posición excesivamente monolítica a la hora de retratar a la familia. Todos sabemos que familias donde ha habido un divorcio siguen teniendo valores que aplicamos a los que se considera una familia ideal: que acompañan, protegen, cuidan… Eso hay que tenerlo presente y no debemos expulsarles sólo porque hayan tenido una dificultad en su trayectoria vital. En estos momentos la Iglesia debería ofrecer a las familias y a la sociedad en general oportunidades de encontrar caminos para romper esa tendencia consumista, individualista y de pedir al Estado que solucione todos nuestros problemas. Debería favorecer y fomentar que asumiéramos nuestras responsabilidades. La jerarquía tendría que ser más valiente a la hora de exigir a la empresa y a los políticos un trato más justo al trabajador y a las familias. La Iglesia sale en defensa de la familia en relación a temas morales y sexuales, sin que se planteen otros elementos que afectan a la vida de las familias, que les hacen muy difíciles su desarrollo. La Iglesia debería denunciar todo eso. El tema de los salarios, pero sobre todo, de los horarios es algo muy claro.

–¿Tienen en cuenta las acciones pastorales las nuevas circunstancias en que viven las familias trabajadoras?

–Sí que hay iniciativas pastorales acertadas pero, como pasa muy a menudo en la Iglesia, funciona como reinos de Taifas, cada uno hace su vida en pequeña comunidad, no siempre se pone en común y lo bueno y beneficioso que hay no llega a todos. Es verdad que seguimos esquemas muy cuadriculados y el niño va a catequesis por su cuenta y los padres por la suya, sin que haya una formación pastoral en familia. Que haya Eucaristías en familia, donde los niños tengan su espacio y estén integrados. Y con un lenguaje que puedan entender las nuevas generaciones. Hay muchas parroquias, grupos, profesores de religión, escuelas de padres, colegios religiosos…, que me han pedido que les hable del libro. Sí hay interés especial en ambientes cristianos. Van abuelas a las charlas, al fin y al cabo, juegan un papel muy importante, no sólo para resolver las dificultades de los padres para conciliar la vida laboral y familiar sino que además pasan mucho tiempo con sus hijos y a veces también ellos son «blandiblups». Y es que el cambio social ha sido muy grande y nos ha afectado a todos.

La vida de las comunidades ya no es la de antes, donde van ahora sólo quedan dos o tres grupos, los chavales marchan en desbanda tras hacer la comunión, no tienen esa vivencia que yo tuve de pasar la infancia, la adolescencia y juventud vinculada a la parroquia y encontrar en ella cauces no sólo para crecer en la fe, sino para el desarrollo del compromiso social y la realización de las inquietudes personales a través del teatro, convivencias, la naturaleza.

Esto tal vez va a servir para renovarnos, para encontrar nuevos caminos y, sobre todo, para que quienes de verdad acudan a la Iglesia tengan un sentimiento y un compromiso serio de fe y quieran llevarlo a su vida. Hasta ahora hemos vivido una Iglesia «social» en la que todo el mundo se vinculada a través de los sacramentos, porque daba la oportunidad de celebrar fiestas, de tener algunas vacaciones a través de las colonias… Confío en que siga habiendo gente dispuesta a nutrir las comunidades y encontrar sus propios caminos…

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