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Los concejales sociales de Pamplona

20 septiembre 2017 | Por

Los concejales sociales de Pamplona

Javier Pagola | Durante 12 años, los últimos del franquismo y primeros de la transición, desde 1967 a 1979, el Ayuntamiento de Pamplona-Iruña vivió una experiencia de democracia municipalista avanzada. Fue una praxis política de verdadero diálogo entre ayuntamiento y pueblo.

Fue un proceso continuado de comunicación y participación, que pretendió abrir las puertas y ventanas del consistorio, resolver problemas de la capital de Navarra y de su comarca, despertar una cultura política democrática y avistar horizontes de una ciudad más humana y mejor.

Protagonista principal de aquella experiencia fue un grupo de concejales de extracción obrera y popular, varios de ellos cristianos de base y militantes o cercanos a la HOAC, organización presente en Pamplona desde 1946, en la que se habían formado y que les animó a llevar adelante su proyecto de servicio y, como entonces se decía, de «compromiso temporal».

Sus nombres: Miguel Echaniz, Francisco Eguiluz, José Antonio López Cristóbal, Miguel Ángel Muez, Juan Manuel Pérez Balda, Jesús Velasco, y los de otros compañeros de camino, sindicalistas y socialistas-carlistas autogestionarios: Tomás Caballero (quien fue asesinado por ETA siendo concejal de UPN en 1986), Javier Erice, Auxilio Goñi, Jacinto Martínez Alegría, Joaquín Saez, Santiago Valimaña, Mariano Zufia.

Tres de ellos, octogenarios, viven entre nosotros, y todos están en la memoria de una generación. Porque se distinguieron en la defensa de lo público y del interés general, al par que acreditaron un comportamiento personal austero y honrado. Afrontaron riesgos y sanciones de parte del poder político de la dictadura, que suspendió su actividad pública durante tres meses, cuando varios de ellos se negaron a acudir a los funerales oficiales por Carrero Blanco, despidos laborales, y un permanente enfrentamiento frente a los intereses de algunos constructores-promotores de urbanizaciones y viviendas.

Con la ayuda de abogados, arquitectos y economistas amigos, y con gran astucia, aquel equipo fue capaz de encontrar, en el entramado legislativo del régimen franquista y en los vacíos del sistema, las fisuras por donde entrarle para transformar la ciudad, equiparla y mejorar la convivencia. Al tiempo que encontró en las amordazadas prensa y radio de entonces colaboración para hacerse eco de sus denuncias e iniciativas. Siempre acudía público a las sesiones plenarias, a veces con pancartas, y los concejales conseguían teatralizar y convertir en amenas las anteriormente tediosas sesiones del consistorio.

Frutos y reflexión sobre aquella tarea

 Su ámbito de actuación preferente se centró en el urbanismo, la preparación de suelo urbanizable y la promoción de vivienda social a través de cooperativas. Idearon una Inmobiliaria Municipal para desarrollar el Plan Sur de Pamplona y un sistema de acceso comunitario a la propiedad de las viviendas, mediante la figura legal del «derecho de superficie», que no pudieron llegar a hacer efectivo. Para frenar la especulación del suelo y las urbanizaciones fantasmas, pusieron las bases de planes de urbanismo y, como el servicio municipal de aguas de Pamplona tenía el grifo del abastecimiento, usaron las concesiones a municipios y concejos cercanos, condicionándolas al cumplimiento de normas comarcales.

Fueron notables los éxitos de aquel grupo de «concejales sociales» elegidos por el tercio de cabezas de familia y por la vía sindical. Ellos llegaron a elegir al primer alcalde de Pamplona, Javier Erice, que no fue nombrado a dedo por el gobernador civil, lo que despertó una corriente de simpatía en la sociedad pamplonesa. Entre sus logros estuvieron la creación de la Cooperativa de Transporte Público Urbano, la Ikastola Municipal, primer centro educativo público en lengua vasca, el Centro público Andraize para atención a la mujer y planificación y orientación reproductiva, el complejo deportivo municipal Aranzadi y el Instituto de Formación Profesional Donapea colindante con el campus de la Universidad de Navarra, que regenta el Opus Dei y cuya superficie de 113 hectáreas de terreno público fue, mayoritariamente donada en los primeros años 60 al precio simbólico de una peseta el metro cuadrado y su propiedad registrada por inmobiliarias privadas de esa universidad.

Son ya varios los estudios académicos y publicaciones que esta experiencia ha motivado. Sin duda, para una capital de provincia y de autonomía, fue la actuación democratizadora municipal más significativa del país. Y llama la atención que sucediera precisamente en un territorio donde triunfó la sublevación contra la República, mientras nacía en Navarra una clase obrera muy radicalizada. El Boletín de la HOAC, predecesor de noticias obreras, publicó en su número 179, primera quincena de septiembre de 1977, un artículo titulado: «Pamplona: 10 años de lucha municipal».

Y este año 2017, el día 20 de este mes de septiembre, Zuriñe Sainz, investigadora de la experiencia y buena conocedora de la HOAC, leerá en la Universidad Pública de Navarra su tesis doctoral sobre aquel ayuntamiento. Pero a mitad de camino de aquella aventura, en el año 1970 la Editorial Zero ZYX, publicó un valioso libro documento «Ayuntamiento y pueblo», obra colectiva de Echaniz, Eguiluz, López Cristobal y Muez, del que seleccionamos breves textos con las intenciones y enseñanzas de la experiencia.

 

«Ayuntamiento y pueblo». Una Guía para la Acción Municipal

• El diálogo ayuntamiento-pueblo era el primer objetivo, casi el único, que quería fijarse nuestra candidatura municipal.

• Hay que hacer llegar al pueblo la idea de que la ciudad es suya. Que el ayuntamiento debe estar a su servicio. El pueblo necesita líderes que abran canales de participación y promoción.

• Un concejal puede perder todas las votaciones, lo que no puede perder es la fe en el pueblo, ni el contacto, ni la visión de la realidad. Su gran tentación es perderse en los asuntos urgentes y no llevar a cabo una acción creadora que amplíe horizontes.

• La propiedad privada del suelo es la auténtica ruina de la ciudad y la fuente de la mayor explotación.

• Cuando se especula con el suelo, se le está robando descaradamente al pueblo. Si la piratería del suelo es posible gracias a la presión, no menos presión puede ejercer un pueblo dispuesto a recuperar lo que se le ha usurpado.

• La realización urbanística es el alma de la ciudad, como la forma arquitectónica es su faz. Si ambas son mediocres, mediocre será la ciudad.

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