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Política, corrupción y virtudes sociales

13 junio 2017 | Por

Política, corrupción y virtudes sociales

El Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia dice que la corrupción «traiciona al mismo tiempo los principios de la moral y las normas de la justicia social; compromete el correcto funcionamiento del Estado (…); introduce una creciente desconfianza respecto a las instituciones públicas (…); distorsiona de raíz el papel de las instituciones representativas» (n. 441). Desde esta perspectiva, da miedo la facilidad con que, según las informaciones judiciales y periodísticas de los últimos meses, algunos responsables políticos del Partido Popular mienten y quieren engañar, o la naturalidad con que algunos de sus miembros han utilizado o utilizan las instituciones públicas como si fueran su patrimonio particular o del partido. Da miedo la aparente permisividad de su partido ante esta situación, muy especialmente la impasibilidad de su presidente y a la vez presidente del Gobierno de España. Pero da más miedo aún que esa impasibilidad parece responder a la convicción de que es un mal asumible o poco importante porque una parte importante del electorado (más de un tercio) parece dispuesta a mantenerles su voto, lo que, en la actual coyuntura política, es suficiente para continuar en el futuro al frente del Gobierno.

La reacción de gran parte de la ciudadanía se mueve entre la tibieza, el restarle importancia, o la complacencia. Muchas veces escudándose en el discurso del «todos son iguales». No es verdad: si como todo indica lo publicado es verdad, lo ocurrido con la corrupción en el PP es un caso singular y de extremada gravedad, que está corroyendo nuestra democracia.

La tibieza de la reacción social tiene también su traducción en el comportamiento de los demás partidos políticos, que en cómputo global recibieron un apoyo muy mayoritario en las últimas elecciones generales. Todos dijeron que iban a cambiar la situación marcada por la corrupción. Pero, hasta hoy, no han sido capaces de articular alternativas de gobierno para hacerlo: la permanente ambigüedad de Ciudadanos; un PSOE lastrado internamente por la decisión de abstenerse y permitir con ello el gobierno del PP; un Unidos Podemos que no facilitó en absoluto la formación de un gobierno alternativo ni acaba de aclararse y presentar una propuesta consistente sobre el tema… Así, seguimos con una política espectáculo, en la que parece que sea más importante cómo se escenifican las cosas que los propios problemas y necesidades reales de la sociedad.

Porque todo esto, ¡no podemos correr el riesgo de olvidarlo!, se produce en una realidad en la que persisten y se hacen crónicas las desigualdades, la precarización del empleo y de la vida de las personas y familias, el empobrecimiento, la exclusión…, provocados por las políticas que se han hecho y se siguen haciendo, sin que se rectifique nada de lo esencial de las mismas. La mayoría parlamentaria se muestra incapaz de llegar a acuerdos reales para cambiar esas políticas. Y así nos va. Algo tan importante como los Presupuestos Generales siguen con las mismas políticas injustas que no atienden las necesidades de los pobres, y se resuelven con una especie de compraventa de votos a cambio de beneficios particulares.

Para que las cosas comiencen a cambiar es fundamental afrontar el reto que plantean los obispos en Iglesia, servidora de los pobres (un reto a medio y largo plazo, pero esencial para un futuro más humano): «Es necesario que se produzca una verdadera regeneración moral a nivel personal y social y, como consecuencia, un mayor aprecio por el bien común, que sea verdadero soporte para la solidaridad con los más pobres y favorezca la auténtica cohesión social. Dicha regeneración nace de las virtudes morales y sociales» (n. 11). En este reto, particularmente en el cultivo y la práctica de virtudes públicas, es fundamental el protagonismo de la sociedad: cuanto más extendamos las iniciativas sociales y las prácticas, personales y de grupos, que se rijan realmente por el bien común y por poner en primer lugar las necesidades de los pobres, más cerca estaremos de que cambien las instituciones políticas y los comportamientos de los representantes políticos en las instituciones.

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