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Conversaciones con Alfonso Alcaide, Pepa Torres y Montxo López

26 septiembre 2016 | Por

Conversaciones con Alfonso Alcaide, Pepa Torres y Montxo López

Ester Calderón | Los tres ponentes de las jornadas de profundización y diálogo desarrolladas durante los Cursos de Verano de la HOAC de este año han conversado con Ester Calderón para ofrecer a los y las lectoras de noticias obreras su visión sobre «¿Por qué y para qué un trabajo decente? El sentido del trabajo». 

alfonso alcaide

«Es momento de recuperar la capacidad de pensar y el sentido profundo de las cosas»

Alfonso Alcaide es militante de la HOAC de Sevilla desde 1969. Su profesión, que ha desarrollado durante 25 años, es la de tornero. También ha trabajado como delineante y como topógrafo y ha estudiado la carrera de Sociología. Hace suya la cita de Tomás Malagón, «toma la realidad que te rodea y esfuérzate por idealizarla y embellecerla hasta donde ella y tú podáis llegar», con la que hilamos la entrevista.

¿Cómo es hoy la realidad que nos rodea?
Fundamentalmente una realidad de dolor, pero un dolor que permanece invisible en buena parte de nuestra sociedad. Se está produciendo un desgarro porque se han venido abajo los cimientos de todo lo que hasta ahora hemos conocido. El conflicto social se manifiesta en la exclusión y en la pasividad que se da ante esa exclusión.

¿Cuál es el sentido profundo del trabajo?
El trabajo forma parte del ser humano, es su manera de estar en el mundo. A través de él la persona se realiza, se comparte, se dona, se construye, se perfecciona. Pero el trabajo real se fundamenta en exprimir constantemente a la persona para sacarle la máxima rentabilidad. La concepción de la economía y de la empresa que se está aplicando va contra el ser humano.

¿Cómo puede afectar en el mundo del trabajo la creciente robotización?
La tecnología no es enemiga del ser humano, pero hay que utilizarla en provecho del bien común, no del individual. La disminución de empleo que va a suponer, puede ser una oportunidad para repensar toda la actividad humana y su contenido social. Son muchas las parcelas que no son tenidas en cuenta porque no son productivas, pero qué duda cabe que son necesarias. El trabajo en las asociaciones vecinales o en ONG, el familiar y de cuidados, la educación no reglada; actividades humanas que, en el esquema de racionalidad económica que tenemos, no caben.

¿Cómo combina el binomio entre trabajo y familia?
Hay un choque entre el trabajo productivo y el familiar. La consecuencia es un grave deterioro de la natalidad y una subordinación de la mujer, que sigue asumiendo fundamentalmente las tareas domésticas y de cuidado. Se produce una gran paradoja: se concibe el trabajo de espaldas a la familia y se espera que sea la familia resuelva por su cuenta todos los problemas: el fracaso escolar, los cuidados, la salud…

¿Qué rasgos definen este modelo cultural?
Es un modelo fuertemente individualista, que ha configurado el consumo como el objetivo principal de la existencia, que niega el dolor y aparta la compasión. Eso es un problema porque solo podemos reconocernos plenamente humanos en la medida en que asumimos el dolor de los otros porque, de alguna manera, es asumir el propio.

¿Qué podemos hacer para idealizar y embellecer esta realidad?
Resituarla. Caer en la cuenta de que todo no está en función de la rentabilidad económica, sino del ser humano. Por lo tanto, todo tiene que ajustarse a esa lógica. Hay que repensar la familia, la educación, el trabajo, la formación, porque han ido cambiando hasta volverse en contra de la persona.

Repensar también el sentido de la política y del sindicalismo desde estas claves. Hoy la política tiene poca capacidad de respuesta ante los problemas que tenemos. Tiene capacidad de decidir las cosas que son necesarias hacer, pero no la de hacerlas, porque eso depende de un presupuesto, de un endeudamiento…

Lo mismo pasa con el sindicalismo, que no puede reducirse a defender los derechos de quienes ya tienen derechos. Es necesario, porque si no, el sentido de un trabajo digno, se pierde, y para eso es muy importante lo que hacen los sindicatos. Pero al mismo tiempo hay una muchedumbre de personas «descartadas» que se están quedando en la cuneta y hay que incorporarlas a esa dinámica de defensa y de lucha.

¿Hasta dónde podemos llegar desde nuestra militancia cristiana?
Tenemos la oportunidad de transmitir aquello que es nuestro mayor tesoro: la fe; entendida como un don de Dios y como una manera de situarnos en el mundo desde las claves del amor, la compasión, la entrega y el sacrificio. Estos valores, que además de ser cristianos son profundamente humanos, son los que nos pueden sacar de la situación en la que estamos. Recomponer las relaciones humanas en base al amor es nuestra responsabilidad y también la de los humanismos que, desde otras claves, están planteando cosas parecidas.

pepa torres

«El capitalismo ha creado el espejismo de que las personas somos autosuficientes»

Religiosa de la congregación Apostólicas del Corazón de Jesús, Pepa Torres es filóloga, teóloga y educadora social. Participa en Territorio Doméstico, un espacio de mujeres de diversas partes del mundo que nació hace diez años en el barrio madrileño de Lavapiés. Su lema es “Sin nosotras no se mueve el mundo”. Ahora andan profundizando en cómo es el mundo que quieren mover.

Pepa Torres nos descubre el cuidado como valor universal y, desde una lectura feminista de los relatos de la creación, nos habla de un Dios todocuidadoso, ¿es hora de darlo a conocer?
La lectura de la Biblia se ha hecho desde una teología fuertemente patriarcal, pero si lo hacemos desde una perspectiva de género, podemos descubrir a ese Dios creador, a ese Dios cuidador, al Dios del sábado. Esto nos lleva a repensar el trabajo desde otras categorías, más allá del empleo remunerado, a visibilizar los trabajos de cuidado y a proponer otras alternativas a la economía. Una economía que ponga en el centro el cuidado de la vida, la dignidad de las personas y de la tierra, desde una crítica al capitalismo que convierte a las personas en mercancía y expolia los recursos naturales.

¿De quién es tarea el cuidado?
Nos ha sido asignado a las mujeres, que no hemos podido elegirlo. Pero, como parte del trabajo por la sostenibilidad de la vida, es tarea también de los hombres. El cuidado es esencia de la vida, como decía Boff, por tanto, hay que desfeminizarlo. Tampoco puede quedar reducido a los hogares, tenemos que exigir políticas públicas que los contemplen como trabajo.

El capitalismo ha creado el espejismo de que las personas somos autosuficientes, pero somos vulnerables y necesitamos de las demás. Hemos de empeñarnos en construir ciudades cuidadosas que se preocupen por el derecho de la gente a la vivienda, a la salud, a un trabajo decente, al descanso, a la formación, la no discriminación, todo eso tiene que ver con la economía de los cuidados.

Eso que se conoce como el «buen vivir» o el «bien vivir», ¿cómo podríamos traducirlo en nuestros barrios obreros?
Es el momento de pensar juntos y juntas cómo imaginamos ese bien vivir, desde un punto de vista personal, social y laboral.

Plantearnos qué necesidades consideramos prioritarias y cuáles superfluas, desde la clave del decrecimiento, desde un consumo más alternativo que respete el medio ambiente, desde la atención a nuestras necesidades espirituales o formativas, desde horarios laborales que permitan la vida, desde una buena convivencia que tolere y respete la diversidad.

¿Cuándo has tocado ese «otro mundo posible» con la punta de los dedos?
Muchas veces, aunque solo sea un poquito. En los espacios de organización y de mestizaje, cuando nos juntamos por sueños comunes gentes muy diferentes. Cuando reivindicamos que nadie quiere ser mantero, cuando nos escuchamos y pensamos alternativas desde esa potencia de lo colectivo.

Lo experimento cuando nos unimos mujeres diversas, trabajadoras del hogar, activistas feministas, investigadoras… para pensar qué mundo queremos y lo hacemos de palabra, pero también desde nuestros cuerpos, comiendo, celebrando, de forma simétrica, saltando fronteras.

También cuando compartimos las motivaciones hondas de nuestra vida. Yo soy cristiana, pero me siento unida a otras personas a través de una espiritualidad que está mucho más allá de las religiones.

montxo lopez

«Cuantos más apostemos por una economía alternativa, más grande haremos la brecha»

Montxo López vive en Zorrotza y trabaja como graduado social en el Colegio Oficial de Farmacéuticos de Bizkaia. Es militante de la HOAC desde el año 89, delegado sindical por CCOO y participa en el equipo coordinador de la Pastoral Obrera de su diócesis. Este gallego de nacimiento y vasco de adopción desde los dos meses, ha simulado una fórmula matemática para calcular cómo sería una sociedad decente.

¿Podrías explicarnos qué significa SD= (ERD+ERR) + (TDxRBU)?
Una sociedad decente está conformada por dos grandes bloques, en uno de ellos está el Empleo Remunerado Digno más el Empleo Remunerado Repartido, porque, mientras no cambiemos de arriba abajo el sistema, es la única vía de acceso a los derechos sociales. El otro bloque incluye el Trabajo Digno no remunerado, al que tenemos que darle visibilidad. Es ese tiempo que dedicas a cuidar de tu familia, a participar en la asociación vecinal o en tu parroquia. Es tu aportación para que la sociedad avance, sea más humana y solidaria; un trabajo que ha dejado de estar reconocido socialmente.

Muchas veces me han preguntado cuando dedico horas al sindicato, que cuánto me pagan. Mayoritariamente no se asume que pueda estar trabajando sin una compensación económica. Por eso, en mi fórmula, lo multiplico por la Renta Básica Universal, porque sería una forma de darle valor. El que cualquier persona, por el hecho de serlo, tenga unos ingresos garantizados le permitiría no estar esclavizada y poder dedicarse a ese otro tipo de trabajo no remunerado. Hay que priorizar la primera parte de la fórmula, porque con el trabajo remunerado digno y repartido, ya no haría falta la renta universal.

¿Qué experiencias conoces para ir resquebrajando la lógica del sistema?
Yo me reduje voluntariamente la jornada. Mis suegros empezaban a estar dependientes, mi hermana con esclerosis múltiple, así que la HOAC me hizo descubrir que lo primero era empezar por uno mismo. Reducirme la jornada me permitía dedicar tiempo a otros trabajos, a la asociación vecinal, a la familia. Propuse a la empresa que me pasara a media jornada y contratara a alguien. Había mucha faena, a la empresa le iba bien y lo aceptaron. También me abrí una cuenta en Fiare, porque es necesario apoyar la banca ética, y hace unos meses me cambié de compañía eléctrica a una cooperativa de producción ecológica. Son pequeñas cosas, pero cuantas más personas apostemos por ese tipo de economía alternativa, más grande iremos haciendo la brecha.

¿Y en el barrio?
Participo en Zorroztuz, una plataforma contra la exclusión social. Es un trabajo difícil porque hay que bregar con una mentalidad muy arraigada de que las personas excluidas lo son porque quieren o con la idea generalizada de que en la etnia gitana todo es delincuencia. Cuando llegan casos concretos, los atendemos, pero más que ayudar a las personas de forma individual, somos un elemento de concienciación colectiva. Nuestro objetivo es crear en el barrio comunidad, antes era impensable que alguien de EH Bildu funcionara codo a codo con alguien del PSOE y es algo que hemos conseguido. Ese ha sido uno de nuestros principales logros, unirnos por lo que importa, la lucha por unas condiciones de vida digna para todas las personas.

¿Debe ser el crecimiento económico el objetivo social?
El crecimiento, cuando se está redistribuyendo la renta bien porque hay unas políticas fiscales justas y unos servicios sociales de calidad, sirve. Pero si ampliamos la mirada al planeta, tenemos que preguntarnos ese crecimiento económico a costa de qué y de quiénes. Por lo tanto, si lo que tenemos no funciona para todo el mundo, hemos de experimentar otra cosa: decrecer y ser más iguales. Si somos felices consumiendo menos y teniendo otras prioridades, pues contagiémoslo.

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