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Cristo Obrero | #Editorial1585

13 julio 2016 | Por

Cristo Obrero | #Editorial1585

Hace poco más de un año de la publicación de la Instrucción Pastoral de la CEE Iglesia, servidora de los pobres, que nos propone a las comunidades cristianas un programa de vida y acción al servicio de la sociedad y, en particular, de los pobres. ¿Estamos atendiendo esa propuesta? ¿Qué nos pide la actual situación de nuestra sociedad? Como ya dijimos con motivo de la publicación de la Instrucción, consideramos que nos pide una profunda conversión para ser mejores testigos de la misericordia de Dios en nuestra sociedad, poniendo en el centro de nuestra existencia (toda la Iglesia, cada comunidad cristiana y cada cristiano) la vida y la situación de los empobrecidos, que es la manera concreta de que el centro sea realmente Jesucristo. Esto mismo es lo que necesita nuestra sociedad: solo la fraternidad nos permitirá crecer en humanidad.

Ese servicio nos reclama ser defensores constantes de la justicia debida a los empobrecidos y testigos de la fuerza humanizadora de la misericordia para la vida personal y social. Para ello necesitamos poner más nuestra vida junto a la de los pobres y caminar juntos. Y desde ahí, colaborar al cambio de mentalidad hacia la fraternidad que necesita nuestra sociedad, a transformar las estructuras e instituciones sociales injustas, a promover y apoyar iniciativas sociales que nos ayuden a vivir de otra manera, más justa, fraterna y solidaria.

Iglesia, servidora de los pobres contiene dos afirmaciones que nos parecen especialmente importantes en este sentido. El llamamiento que se hace en el número 20 a plantearnos otros objetivos sociales, otro modelo social que nos libere del círculo infernal de un pervertido crecimiento económico, que descarta personas porque ha descartado lo humano, sustituyéndolo por un proyecto común de lucha contra la pobreza, de justicia y de solidaridad. Y el que se hace en el número 32 a empeñarnos socialmente en la defensa y promoción del trabajo digno (y no de cualquier tipo de empleo) como camino imprescindible para luchar contra la pobreza y la exclusión, y para posibilitar el crecimiento humano de las personas y de la sociedad.

Prestar este servicio en el mundo obrero y del trabajo nos pide a la Iglesia vivir con mucha más profundidad y radicalidad lo expresado en las Jornadas de Pastoral Obrera con motivo de los 20 años del documento de la CEE La Pastoral Obrera de toda la Iglesia: «Ser Iglesia en el mundo obrero (…) No se trata tanto de llevar a Cristo ahí, como de encontrar a Cristo ahí (…) Ver en el rostro y en las manos del obrero a Cristo. Es el Cristo Obrero quien está perdiendo sus derechos, el que está siendo machacado (…) Es el rostro de Cristo. Cuando identificas a tu Salvador, a tu Redentor ahí, te involucra mucho más (Guillermo Rovirosa). Poner la realidad del mundo obrero en la vida de la Iglesia. Cuando el obrero pierde derechos es como si también la Iglesia estuviera perdiendo. Una Iglesia que sufre con la gente su dolor. Esa gente es hija del amor de Dios»… Y desde ahí aportar caminos de esperanza y de liberación[1].

[1] Gasda, Élio Estanislau. Teología del trabajo, en Dignidad y esperanza en el mundo del trabajo. EDICE. Madrid. 2016, pp. 125-126.

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