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¿Vacaciones alternativas?

27 julio 2015 | Por

¿Vacaciones alternativas?

Araceli Caballero | La Real Academia explica que algo es alternativo cuando «se contrapone a los modelos oficiales comúnmente aceptados», pero el término se ha generalizado tanto, se ha abaratado tanto, que me da la sensación de que se ha trasmutado en la contradicción de sí mismo. ¿Qué serían unas vacaciones alternativas en un mundo en que las palabras significaran lo que dicen?

La misma Academia define vacación como «descanso temporal de una actividad habitual», pero el diccionario-por-la-patilla bien podría admitir que vacar es imitar la ocupación contemplativa de las vacas. Es decir, disfrutar del tiempo, de las oportunidades de ocio, de encontrarse con personas queridas y ponerse en situación de conocer gente nueva.

Mucha gente no cambia de lugar en verano, pero se puede variar la rutina; aprovechar que los días son más largos y las ocupaciones más cortas para visitar los alrededores y probar nuevas aficiones. Abramos los ojos al paisaje habitual; es posible que encontremos gratificantes rincones desconocidos; dejémonos sorprender por lo cotidiano, que la costumbre puede ser una pantalla que oculte la realidad.

Volver al pueblo es un tradicional placer veraniego que consiste en encontrar a las amistades con más trienios, viajar a la infancia, visitar las raíces, vacunarse con ese vicio urbanita de idealizar la vida rural. Conocer su presente, sus problemas, sus alegrías y sus luchas es una manera de abrir la mente y hacer limpieza de prejuicios.

En esta parte del mundo, vacaciones es casi sinónimo de viajar, mientras más lejos, mejor; acumulando kilómetros, actividades, fotos,… es un privilegio: la Organización Mundial de Turismo estima que sólo del 3 al 5% de la población mundial se puede permitir un viaje al extranjero. El porcentaje es pequeño, pero la cantidad de gente, no, que el Planeta está muy poblado: en la segunda mitad del siglo XX, se pasó de 25 millones a 700 millones anuales de turistas, con un impacto ambiental más que considerable (aunque no siempre considerado; es decir, tenido en cuenta).

Si somos parte de ese 5%, procuremos que nuestra huella sea imperceptible. En muchos países del Sur, los y las turistas de latitudes más ricas y consumistas producimos inusuales cantidades de residuos. Con frecuencia somos muy sensibles al grado de suciedad que encontramos en ciertos barrios, y nos pasa desapercibida la «viga» que generamos. Que la banda sonora la pongan los payasos de la tele («el viajar es un placer»), no Celtas cortos («haz turismo invadiendo un país»). Entre las web que ofrecen ideas, está Viajes responsables.

Otra posibilidad es aprovechar las vacaciones para echar una mano, ofreciendo la preparación y saberes donde consideremos que hace falta. Sin perder de vista que la necesidad relevantes es la de las personas que encontramos, no la nuestra (de sentirnos bien, de estima, etc.), de modo que ese es el criterio. Y quien tiene experiencias en este sentido, ya lo sabe: por más que se dé, más se recibe.

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