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Sevilla | Familia y trabajo decente

11 mayo 2015 | Por

Sevilla | Familia y trabajo decente

Comunicado de la HOAC de Sevilla, con motivo de la celebración del día de la HOAC 2015.

Este acto de la HOAC de Sevilla que compartimos con la Comunidad Parroquial de S. Pío X, a la que agradecemos su acogida, y con otros amigos de otros barrios y pueblos, es un gesto en defensa de los “Derechos familiares de las personas y de los derechos sociales de la familia”, algo en lo que venimos trabajando.

Si somos fieles a la realidad, por una parte, sentimos que la familia es una necesidad esencial para la vida de las personas y para la organización de una sociedad decente, humana y justa. Está llamada a ser “célula fundamental de la sociedad”, “cuna de la vida” y “lugar primero de humanización de las personas y de la sociedad”.

Pero lo que vemos es bien distinto. Muchísimas familias trabajadoras no pueden llegar a ser, lo que están llamadas a ser. La realidad pone de manifiesto como, el paro, la precarización del empleo, las condiciones de trabajo, los bajos salarios, las ausencias de prestaciones sociales… dificultan gravemente la vida familiar. Pensemos si no en ese 51,8 % de jóvenes en paro; en esas 740.000 familias que no tienen ningún ingreso; en ese 42,2 % de parados que no reciben ninguna prestación o subsidio; en ese 1.766.300 hogares que tienen todos su miembros en paro…

Esto supone, para muchas familias, sufrimiento, deterioro humano y, lo que es peor, se les está negando la posibilidad de una vida familiar que eduque y cuide a las personas, pese al esfuerzo titánico de abuelos y abuelas por sostener a sus hijos y nietos.

¿Qué nos está pasando? Nos está pasando lo que duramente denuncia el papa Francisco, que “una economía sin rostro humano, está negando la primacía de la persona”. Dicho de otra manera: Que vivimos en una sociedad que antepone la rentabilidad de unos pocos, al cuidado de todas las personas.

Desde la lógica del capitalismo, el cuidado de las personas es un coste que disminuye sus ganancias y, por eso, tiende a reducirlo al máximo, recortando los servicios educativos, sanitarios, culturales, de pensiones sociales… y cambiando las mismas leyes que protegen los derechos laborales.

Pero, hay dos ámbitos, básicos y fundamentales, para la acogida y cuidado de la vida humana, especialmente penalizados por la lógica capitalista: El seno materno y la familia. Son muchas las mujeres que se ven obligadas a elegir entre maternidad y empleo. Son muchos los trabajadores y las trabajadoras que tienen que elegir entre atender a su familia o estar plenamente dedicados al trabajo.

De esta manera, la lógica economicista, contraria a una vida digna y al cuidado de la vida humana, niega los derechos-responsabilidades familiares de las personas y los derechos-responsabilidades sociales de las familias. Y lo niega, cuando no garantiza el derecho al trabajo, mucho menos un trabajo decente; cuando reduce la protección social y la cobertura universal de esos derechos, desviando los recursos necesarios para ello a la rentabilidad del mercado.

¿Qué podemos hacer? En la perspectiva de afirmar los derechos familiares de las personas y los derechos sociales de las familias, para hacer posible una vida humana verdaderamente digna, es necesario dirigir nuestro empeño y compromiso a:

a) Superar nuestro individualismo a la hora de afrontar las necesidades de las personas, porque no somos individuos aislados, sino seres comunitarios que formamos familias. Para ello habremos de promover ámbitos de reflexión sobre la situación de las familias, de sus necesidades, de sus problemas, de cómo realizar mejor sus funciones, de cómo encontrar caminos para facilitar la vida familiar.

b) Reivindicar verdaderas políticas familiares que favorezcan el ejercicio de los derechos-responsabilidades familiares de las personas y de los derechos-responsabilidades de las familias.

c) Defender los derechos sociales de los trabajadores y de las familias obreras, porque son exigencias de la dignidad de las personas y del bien de la sociedad, y sobre todo por las necesidades de los empobrecidos. Y sobre todo, habremos de luchar para que nadie quede excluido de ellos.

No es cierto que sean inevitables los recortes en educación, sanidad o en prestaciones sociales. Ni está justificada la privatización de los servicios públicos, vinculados a los derechos sociales. Tanto en un caso como en otro, se trata de que los recursos económicos, necesarios para ellos, por opción política, se han dedicado a la acumulación de riqueza y al negocio privado.

d) Para todo esto, hoy, es esencial defender el trabajo decente, para todos, y el derecho a una realizar una actividad socialmente útil. Ello comporta: Romper la lógica de que el trabajo exclusivamente se organice desde la perspectiva del capital, el empleo asalariado, porque las personas y la sociedad también tiene necesidad de otros trabajos como el cuidado del hogar y de la vida de las personas que lo forman o como del trabajo que hace posible el funcionamiento de organizaciones sociales, cívicas, culturales, educativas…; desvincular derechos sociales y empleo, porque los derechos sociales son universales, no dependen de que se esté empleado, mucho más hoy, cuando vemos que ni el empleo precario y escaso es capaz de garantizar la subsistencia de las personas y las familias; luchar por condiciones dignas de empleo, que respeten los derechos laborales de trabajadores y trabajadoras, de manera que se armonice el trabajo, el descanso y la vida familiar y social de las personas.

Todo esto es una tarea de toda la sociedad. Pero es también una tarea eclesial. Los cristianos, las comunidades cristianas y los movimientos cristianos, porque escuchamos a Jesús, hemos de escuchar el clamor de los pobres, el clamor por la justicia, y empeñarnos en construir justicia y solidaridad según el Proyecto del Reino de Dios. Fue el mismo Jesús quien nos dejó dicho: “Yo he venido para que todos tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn. 10, 10).

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