¿Comerán hoy los cuerpos de los pobres? ¿Se les seguirá considerando simples fantasmas, o por fin nos acercaremos a tocarles y curarles sus manos y sus pies heridos…? ¿Seguiremos encontrando hoy aquella «sorpresa horrorizada» de los discípulos en nuestro contacto con los empobrecidos del mundo obrero, en cuya carne y huesos se nos aparece nuevamente Jesús resucitado?
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