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Estamos a tiempo de cambiar

26 febrero 2015 | Por

Estamos a tiempo de cambiar

Javier Madrazo Lavín  | El atentado yihadista perpetrado en París contra el semanario satírico Charlie Hebdo y el secuestro cometido en un supermercado judío de la capital francesa, provocando entre ambas acciones terroristas dieciséis víctimas mortales, constituyen una prueba más de la sinrazón y la barbarie, que tienen un caldo de cultivo propicio en la estrategia geopolítica de quienes, desde un plano de superioridad, apuestan por la supremacía militar, el control de los recursos económicos y la imposición en lugar de hacerlo por el respeto, la convivencia y el avance hacia la igualdad de oportunidades.

La manifestación convocada en París en repulsa ante estas acciones terroristas debería de ser el punto de partida de un cambio de modelo, que nos permitiera avanzar, a través de una senda de diálogo estable, fluido y constructivo, en el respeto y convivencia entre culturas y religiones, desde la aceptación, sin prejuicios, de la libertad de fe y creencias. Me preocupa, en este sentido, que los sucesos vividos en París sean utilizados como coartada para fortalecer aún más el recelo y rechazo al islam y a quienes lo profesan, potenciando el avance de la extrema derecha en Europa, que tiene como bandera el rechazo a la inmigración y especialmente a la procedente de los países árabes más empobrecidos.

La amenaza yihadista se sitúa ahora en el centro del debate político, en un contexto de una grave crisis económica, que ha venido para quedarse, consolidando la precarización y pérdida de derechos, por mucho que nos quieran vender el mensaje de la recuperación. Éste es, sin duda, un terreno abonado para los discursos más xenófobos, que carecen de toda ética y no tienen inconveniente en vincular el islam con la práctica terrorista. Un error de consecuencias muy negativas, que tiene un impacto claro en las urnas y también en la acción de todos los gobiernos, que apelan a la seguridad, aunque ésta no sea siempre compatible con la libertad, obviando que la democracia se fortalece más cuando busca el consenso, y menos cuando cierra fronteras y solo confía en la fuerza militar.

España tiene en su agenda política de 2015 dos citas electorales importantes. El próximo 24 de mayo se celebrarán comicios municipales, forales y autonómicos, en las Comunidades no consideradas históricas. Así mismo, a finales de este año, o a primeros del próximo, acudiremos a las urnas para decidir la composición del Congreso y Senado, y como consecuencia de ello, se dilucidará quién será el próximo presidente del gobierno. Sin olvidar que Catalunya tiene su propio calendario, con elecciones anunciadas para el 27 de septiembre, vinculado a la aspiración y al proceso soberanista-independentista. Es obvio que Partido Popular y PSOE no atraviesan su mejor momento, y hay razones fundadas para ello. Nos encontramos ante el agotamiento del modelo de transición del 78 capitaneado por el bipartidismo (tras la caída de UCD). Los consensos entonces alcanzados han sido claramente incumplidos en todo lo referente a las principales conquistas y derechos alcanzados por las fuerzas progresistas que son las que, a la postre, justificaron las enormes renuncias (monarquía, determinados títulos de la Constitución, ley electoral…) realizadas por dichas organizaciones de izquierda.

Nos ofrecieron el señuelo de la democracia, pero nos negaron el derecho real y pleno a participar en la vida pública. El bipartidismo ha ido erosionando la legitimidad del sistema que entonces construimos, desde la buena voluntad y no menor ingenuidad. Ahora sabemos que los «estados mayores» del bipartidismo han amparado la corrupción sistemática y han sido correa de transmisión del poder económico y financiero, en detrimento de la ciudadanía a la que debían representar. El hartazgo y el desafecto ciudadano están justificados. Resulta esperanzador que desde el ámbito de la izquierda, y de las aspiraciones ciudadanas de cambio, surjan nuevas propuestas que nos permitan recuperar la confianza en la política orientada al servicio de las personas, al igual que ocurre en Grecia con Syriza.

Ojalá la izquierda aprenda esta vez, a ser más abierta y más plural, superando esa tendencia histórica a la atomización, que le resta influencia y le condena a una presencia testimonial. A tenor de las declaraciones de Felipe González y otros cualificados dirigentes de su partido, no resulta descabellado aventurar, no sin tristeza, que Partido Popular y PSOE no suscribirán un pacto de legislatura, pero sí se ayudarán mutuamente a sostenerse en el poder, si ello es posible, porque saben que éste es el dictado de la Unión Europea, el Banco Central Europeo y el FMI (la troika). Mientras en centro y el norte de Europa la extrema derecha avanza, es importante que en el sur, países como España, Grecia o Portugal, demostremos que hay otro modo de gobernar desde la izquierda, más justo, igualitario y democrático.

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